A pesar de que Wickham había sido el
primero en demostrar amistad e interés en Lizzy aquel baile de invierno, había
sido el señor Knightley quien la había conquistado. Y ahora le tenía, delante de ella,
formando pareja en el primer baile de la noche. No había sido su intención
llamar la atención de alguno de los invitados, pero él había sido el
único que se había demostrado preocupado, luego del breve arrebato que la había
alejado de la cena, y tal vez por esto se sentía así de nerviosa aunque emocionada
de tener su ligera preferencia.
—Espero se sienta usted mejor —le dijo
él mientras bailaban.
—Un poco sí.
—Me alegra. No me gusta verla sufrir,
señorita Bennet.
Escuchar estas palabras le calentaron el alma, cruzó unos segundos su mirada con la de él
y se sintió sonrojada. Nunca alguien la había hecho sentir así, tan a gusto,
emocionada e inquieta al mismo tiempo.
Este primer baile se desarrollo unos
minutos más, las parejas danzaban en sincronía y elegancia, era un espectáculo
para Lady Catherine mirar aquellos jóvenes reunidos en su salón, especialmente le
daba gusto seguir a la pareja que había abierto el baile a petición suya, su
sobrino Darcy y Emma. Lady Catherine tenía puesta sus expectativas en una boda
entre entre él y su hija, pero no estaba cegada a ver que su sobrino no se
sentía inclinado por Anne; no obstante, si es que esa boda no podía suceder, se
le ocurría que Emma, una muchacha rica, inteligente, culta, bien educada y de buena
familia, era muy adecuada para él. Si su plan inicial no se daba, entonces
organizaría esta unión conveniente.
El primer baile terminó, las parejas se
desocuparon, Lizzy sonrió y agradeció la amabilidad del señor Knightley, pero antes de regresar a su lugar con Charlotte su paso fue interrumpido por la
presencia de otro hombre.
—¿Me reserva usted el segundo baile,
señorita Bennet?
Sus sentimientos en este momento eran
encontrados, quería negarse rotundamente y decirle un montón de cosas horribles
al señor Darcy en defensa de su hermana, no obstante, y no sabía de qué parte de su ser había venido
aquella respuesta, en un segundo se vio comprometida con él.
¡Qué era lo que había hecho!
—Creo que está enamorado de ti, Lizzy
—le dijo Charlotte, que desde su lugar había observado con cuánta premura el señor Darcy
había dejado a la primera señorita para solicitar a la segunda; pero Lizzy
no podía creer eso, le parecía algo imposible, además de que no estaba
interesada en el afecto de un hombre al que prefería odiar. Por un instante su mirada se
deplazó por el salón para buscar al señor Knightley, pero ahora este estaba en el grupo de Emma y no
reparaba en ella.
En aquel lado del salón, Emma le comentaba al señor Knightley:
—Veo que ha dejado más
calmada a su amiga —Emma percibía que el
instante en el que perdería para siempre a su amigo estaba cada vez más cerca.
Odiaba admitirlo pero hasta prefería verlo enamorado de Jane Fairfax,
como lo creía antes, que inclinado por esa joven de educación dudosa que recién había conocido.
—Algo le pasa —él dirigió la mirada
hacia la esquina en la que ahora Lizzy iniciaba el baile con el señor Darcy—, pero no ha
querido confiármelo. Tal vez sea algo que solo una amiga pueda comprender, ¿por
qué no se acerca, Emma? Quizá en usted confíe.
Emma también miraba a la pareja, sin
embargo no eran los fantasmas de la joven lo que le interesaba conocer sino sus
sentimientos respecto al señor Knightley.
—Tal vez, pero prefiero esperar que nuestra…
amistad fluya, señor Knightley,
gracias.
Mientras tanto, en el cuadro de baile,
Lizzy intentaba cercar al señor Darcy, obligándole a hablar, ella inició el
tema haciendo una breve referencia sobre la pieza que compartían.
—Ahora le corresponde a usted decir
algo, como el número de parejas o la amplitud de la sala.
Él sonrió y le aseguró que hablaría de
lo que ella quisiese.
Lo que ella quisiese sería decirle una
cantidad de improperios, ¿quién se creía para separar de esa manera tan cruel a
dos personas que tenían tan buen potencial como pareja? ¿Por qué lo había
hecho? ¿Qué era lo que tenía en contra de su hermana? En tantos mensajes
pensaba cuando le pareció escuchar de él algo relacionado con la palabra compromiso.
—¿Disculpe?
—Supe, a través de mi tía, que la
temporada pasada el señor Collins formalizó una propuesta de matrimonio en su
familia antes de casarse con la actual señora Collins, y, bueno, he supuesto que ha sido a usted.
—Supongo que ese tipo de noticias no
son fáciles de ocultar.
Darcy lo sopesó ladeando la cabeza.
—También supongo que mi negación ha
debido parecerle una insensatez a su tía, que una muchacha de mi situación económica
no reciba la mano del primer hombre que la solicita.
—Entonces ha sido el único en
solicitarla en matrimonio.
—Y espero que no sea el último.
Le pareció ridículo que la imagen del señor Knightley se cruzara delante de sus ojos, como representación de un secreto anhelo.
—¿Espera la proposición de alguien más?
El señor Knightley continuaba en sus pensamientos, pero no se atrevió a buscarlo con la mirada ni a manifestar sus ilusiones. Desde el baile de invierno había notado que los dos hombres eran amigos.
—En el presente momento no espero nada. Pero
en lo referente al señor Collins, creo que ha hecho una elección más
inteligente en Charlotte.
El señor Darcy buscó con la mirada a la
señora Collins, quien parecía resuelta en su lugar, junto a su tía y prima, y estuvo
de acuerdo.
—Me tranquiliza que todo eso no hubiera
afectado sus emociones.
—Las habría afectado si hubiera
aceptado.
—Entonces hay una predisposición de su
parte hacia el matrimonio.
—Solo en aquel que no está basado en el
amor.
Lizzy notó que el señor Darcy intentaba
intimidarla con la mirada, no obstante, continuó.
—Espero que el hombre que me separe del
seno familiar lo haga porque me ama de verdad y no por sentirse comprometido en auxiliar a alguna de las jóvenes necesitadas de la propiedad que en algún momento va a heredar. También espero que ese hombre no se deje
llevar por las opiniones de sus familiares y amigos.
A Darcy, que no sabía por dónde venía la
última parte del comentario, le pareció una exigencia justa. Durante esta
intimidad pensó en indagar un poco más los sentimientos de la muchacha, pero su
tiempo de baile estaba caducando.
Al terminar la pieza, Lizzy se alejó del
salón, nuevamente necesitaba espacio, aire fresco y de su soledad, se sentía
una traidora luego de ese baile con el señor Darcy, ella misma no había
comprendido qué fue lo que la hizo flaquear y aceptarlo, qué era lo que tenía
ese hombre que conseguía persuadirla e intimidarla.
—Señorita Elizabeth… —la voz del señor
Darcy detrás de sí le causó un sobresalto e interrumpió sus pensamientos—, en
vano he luchado —continuó él cuando estuvo a pocos centímetros de ella—. Mis
sentimientos han dominado mi razón. Permítame que le diga que admiro su resolución y la viveza de su carácter y que la amo.
En segundos Lizzy sintió cómo los
latidos de su corazón golpeaban agitados contra su pecho, pero estos no respondían
a la emoción de escuchar tales sentimientos, sino de la violencia que tales
palabras le producían.
—¿Disculpe…?
—Hace un momento me ha dicho que espera
que el hombre que la despose lo haga por amor y eso, a pesar de mi dignidad, la
inferioridad de su familia y mis esfuerzos por dominar estas emociones es lo
que sucede. La amo y espero que en deferencia a este afecto acepte, usted, casarse
conmigo.
¿Qué está diciendo?
Lizzy se sentía contrariada, no comprendía lo que estaba escuchando ni de dónde podían provenir tales sentimientos en un hombre que generalmente la miraba con desprecio.
—En circunstancias como éstas, supongo
que lo primero que debo hacer, señor Darcy, luego de su amable proposición, es
ofrecerle mi agradecimiento.
Movido por dentro, muy emocionado, Darcy
estaba seguro de que obtendría un sí sin vacilaciones de la señorita Bennet, no
obstante lo que escuchó a continuación le dejó desconcertado.
—Pero no puedo sentirlo.
—¿Cómo dice?
El señor Darcy sentía que la sangre le hervía en las
venas, había estado seguro del éxito de su propuesta y del modo de anunciarla.
—No puedo aceptar la proposición de
matrimonio del hombre que separó a mi hermana de una posible relación con un
hombre que parecía deslumbrado y con excelentes intenciones para con ella. ¿O
se atreverá a negarlo?
—No, no me atrevo. He sabido interesarme
más por la integridad de mi amigo que por la mía.
—Me sigue ofendiendo, pero espero que
sepa que mi lealtad hacia mi hermana no es la única razón por la que le rechazo:
desde el baile de invierno he tenido formada una opinión sobre usted, incluso
desde antes de que perdiera la cordura y golpeara, como un salvaje, al señor
Wickham. Creo que es un hombre impulsivo y calculador, que obra de acuerdo a su
conveniencia, influyendo así en la felicidad e infelicidad de quienes le
rodean, como en la del favorito de su padre —Lizzy hizo una pausa en la que observó que ambos se miraban con altivez—. Y de un hombre así, señor, no puedo
aceptar una proposición de matrimonio.
—Entonces es esa la opinión que tiene de
mí. Ese es el aprecio que le merezco[1].
En su fuero interno, Lizzy odiaba sentir
un nudo en la garganta y tantos deseos de llorar.
—Nunca me ha importado su aprecio,
señor. Lamento hacerlo sufrir, pero espero que todas esas faltas que ha
encontrado en mi familia y en mí le permitan olvidar sus sentimientos y este agrio momento. Que
tenga buenas noches.
Y así, dejándolo confundido, fue a excusarse
con su amiga, asingnando a un terrible dolor de cabeza la prioridad inmediata de
retirarse a Hunsford, acción con la que esperaba no volver a encontrarse
con el señor Darcy nunca más.
Continúa…
[1] Cita del libro Orgullo y Prejuicio.
La historia continúa con Baile de Verano.
Próximamente.
Lee los capítulos anteriores:
Baile de primavera - Parte 1
Baile de primavera - parte 2
Baile de primavera - parte 3
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Baile de primavera - parte 2
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