Estos son los días creativos (aunque yo me sienta con algo de bloqueo de escritora), por esta razón se me ha ocurrido comentar, a propósito de algunos snaps que tenía pendientes de colocar en mi cuenta Instagram sobre mi parte favorita de la última versión de Mujercitas, acerca de un punto que me toca los sentidos: el derecho de autor.
Snap de la película Mujercitas |
En la película Jo trata de hacerse un lugar como escritora, y justo en la parte final lo consigue, aunque doblegando un poco su independencia pues debe rendirse a sus ideales y dar ese desenlace novelesco, y entiéndase por novelesco a un casamiento apropiado de la heroína de la época, tras conseguir un editor que se lo ha exigido antes de publicar su trabajo. En esta parte, autora y editor debaten su anticipo, las regalías por las ventas y la adquisición por parte de la editorial de los derechos de autor, que ella no está dispuesta a ceder.
Los que escribimos sabemos que no es fácil, primero, conseguir una historia interesante que contar (aunque se han dado casos), lo que puede ser fascinante para unos resulta una tontería para otros, pero lo importante es mantener la escencia como autor. En los tiempos de Louisa May Alcott es posible que no fuera común mantener el libre albedrío como autora pues, además de la discriminación femenina, si la editorial consideraba que el trabajo era muy adelantado o escandaloso, con heroínas demasiado independientes de mente, entonces no se arriesgaban a publicarlo. Pero hoy en día es todo más sencillo en este sentido (no me refiero a dar con una editorial), escribir historias diferentes, salirse del patrón, con finales felices, infelices, es muy posible, las editoriales son más audaces, apuestan por esos trabajos controversiales y en el caso de que ninguna lo considere, siempre existe, como autor, la oportunidad de autopublicarlo.
Aunque sería lindo dar con una editorial que esté de acuerdo contigo, en que tu trabajo merece ser exhibido, en mi caso --y no es la primera vez que hablo de esto--, dado que no he tenido esa suerte de conseguir un editor, me he acostumbrado a tener el control absoluto de lo que escribo, cómo lo publico y cuándo, reservando para mí los derechos totales de mi autoría, a través de la autopublicación. Ahora bien, pues en general, estar respaldado por una editorial es el sueño de cualquier escritor, es cierto que aunque hoy en día son más liberales en cuanto a los contenidos que en los tiempo de Jo, de Louisa May Alcott y sus Mujercitas, es igual de verídico que existen nuevos medios de someter a los autores. El marketing se ha convertido en la primera motivación de publicación, si un libro funciona, las editoriales buscarán obtener del autor hasta su último pensamiento, estableciendo esquemas de venta dictaminados por secuelas y precuelas, entre tantos otros elementos que pueden ser usados para mantenerlo bajo sus condiciones, lo que, como autor, impedirá ese libre albedrío de iniciar nuevos
proyectos y dar rienda suelta a la imaginación, que es tan importante en
el proceso creativo.
Estoy segura de que si Jo escribiera en nuestra época no complacería los caprichos de un editor, y si en aquel momento escogió defender sus derechos como autora, hoy, que es más sencillo acceder a los medios de darse a conocer, no dudaría en votar por la autopublicación.
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Nota: todas las imágenes empleadas para ilustrar el artículo son capturas de la película.
Nota: todas las imágenes empleadas para ilustrar el artículo son capturas de la película.
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