Hace unos días encontré en Twitter una iniciativa que me llamó mucho la atención, se trata de un ejercicio de escritura impulsado por la página literautas.com q
ue consiste en poner en práctica las técnicas de escritura de los autores denominada "Móntame una Escena". La idea de este mes consiste en crear un relato acerca de un autor con miedo al famoso "bloqueo de escritor". La iniciativa me movió, pocas veces tengo la oportunidad de participar en estas actividades, además de que no siempre se cuenta con la inspiración, pero digamos que ya tenía pensado un personaje con este problema. Así que sin más, les presento a Agatha Mercury, el álter ego de una escritora con bloqueo.
Agatha Mercury
Vamos… Agatha Mercury
necesita algo.
Necesitamos algo, Agatha
Mercury…
¿Por favor…?
Pero no sucede nada.
He seguido todos mis rituales para cuando voy a
empezar a escribir una nueva historia: me he dado un baño de burbujas, puesto
mi lencería favorita, servido una copa de vino y cortado un trozo de pie de
limón, casi como si estuviera coqueteándole al ordenador; pero hoy mis
técnicas seductoras se han oxidado pues llevo tres días delante del
monitor incapaz de conseguir una frase. Incluso he intentado el viejo método de
escribir en mi cuaderno de notas, empleando el mismo lápiz con el que empecé a
desarrollar aquel primer borrador que me llevó a un best seller
internacional, pero no sucede nada. Es como si se me hubiera privado del privilegio de la creatividad de
la noche a la mañana… bueno, desde hace nueve noches, pues desde hace ocho que
mi editor está presionándome con una exclusiva de mi próximo éxito… no, perdón,
del próximo éxito de Agatha Mercury. Agatha Mercury, este seudónimo que me
inventé para tratar de mantenerme lo más privada posible, incapaz de creer que
mi primera novela se convertiría en una sensación internacional y que todos querrían conocer a
la mujer del nombre fascinante. Agatha Mercury, la de las tormentas de ideas,
capaz de crear un sólido manuscrito en veinte días, hoy parece un Sahara. Árida
e Infértil de ingenio.
—Vamos, Agatha, tú puedes —le comunico porque Agatha y
yo somos dos entes distintos, ella es la Sasha Fierce de mi Beyoncé, la genio,
la creativa, yo apenas soy una chica común que un día dejó su pueblecillo y
algo más para realizar su sueño de ser editora, incrédula de que terminaría
convirtiéndome en escritora.
Spring Falls. Ahí empezó todo.
Los recuerdos me golpean uno detrás de otro.
Spring Falls… el nombre, el pueblo, sus calles y el
rostro de un chico se presentan en mi mente para darme una gran idea. La idea más
creativa e inesperada que he tenido en mucho tiempo. Cierro la laptop, me pongo un suéter sobre
esta ridícula pijama de seda que suelo ponerme cuando a Agatha se le antoja
escribir, tomo el cepillo de dientes y lo guardo en una maleta que suelo tener
lista para los llamados a firmas y ferias de libros a los que Agatha con su
desorganización y falta de sincronización debe asistir, y doy rienda suelta a este
arrebato. Agatha podrá ser la de las tormentas, pero yo soy la de los impulsos.
Me pongo un poco de rimel en las pestañas y de gloss en los labios, guardo el
teléfono y la laptop en el equipaje y localizo el pasaporte, pues, aunque Spring
Falls está a una hora en avión. En realidad nunca sé qué lugar me tiene
deparado el destino.
Una hora después
En la sala de espera del aeropuerto, mientras espero la salida de mi vuelo, se termina mi bloqueo de escritor con Agatha de compañera, haciendo lo que mejor sabe, crear una historia.