sábado, 23 de mayo de 2015

A Masterpiece

Mi novela Austen favorita es Orgullo y Prejuicio, la atesoro por muchos elementos, y es, todos lo sabemos, la novela perfecta; existe, sin embargo, otra novela de Jane Austen a la que considero su obra maestra: Emma.

Emma es una joven resuelta y caprichosa, empeñada en hacer de celestina de sus amigos al haber comprobado el éxito de unir a la señorita Taylor (su institutriz) con el señor Weston. Así, Emma, en el transcurso de la novela, se empeñará en formar nuevas parejas a su alrededor, enredando cada vez más y más las cosas.
Considero a Emma la obra maestra de Jane Austen porque a diferencia de sus otras novelas, en las que seguimos el hilo de una historia de amor, se nos presenta un personaje, caprichoso (como dije antes), que no necesariamente nos gusta, pero que teje todo tan prolijamente en su entorno, que termina haciendo de la obra una novela extraordinaria. 
Con razón -y cuando conocí esta noticia, aquella vez, me disgusté muchísimo porque no había sido O&P la novela de Jane Austen considerada para el conteo-, Emma perfiló en el Top 20 de libros británicos más queridos de The Telegraph, y es porque Emma es perfecta en un nivel distinto a O&P. Es sorprendente, me maravillo cada vez que tengo la oportunidad de leerla, lo muy bien que están cuidados sus detalles; por ejemplo, Frank Churchill no se presenta en Highbury hasta que Jane Fairfax aparece allí, pero sabemos de FC desde el capítulo dos; Emma se empeña en casar al señor Elton y oportunamente aparece Harriet Smith para llenar la vacante. Con cada situación que se presenta, Emma va enredando más su círculo; vaya lío habría sido si Mr Knightley realmente, como suponían los vecinos, hubiera regalado ese pianoforte a Jane Fairfax o hubiera correspondido los sentimientos de Harriet; el mundo de Emma se habría venido abajo. Pero ésta es una obra de mi querida Jane Austen y sabemos que la damisela recibirá su lección, obtendrá el casamiento y el final feliz propio de sus novelas.
Este año Emma cumple doscientos desde su primera publicación por lo que será, nuevamente, una oportuna ocasión y una excusa para retomar esta extraordinaria obra.

El Punto de Vista Masculino

He ya escrito mi revisión sobre La Inquilina de Wildfell Hall, de Anne Brontë, en mi blog principal, Cine, Libros y Jane Austen; sin embargo encontré en esta historia tanta tela que cortar que creí conveniente venir a Ficción Femenina para describir otras cuantas impresiones.
La versión que tengo es de la editorial Debolsillo, que empieza con un prólogo de Anne en el que explica el por qué de su polémica novela: su intención es salvar al hombre que quiera ser salvado de una ruina como la de Arthur Huntingdon, y prevenir a la muchacha que quiera ser prevenida de un error natural como el de Helen Lawrence al casarse con el primer hombre más o menos bien parecido que coquetea con ella. Ahora bien, ¿cómo hizo, de qué se valió para lograr su objetivo?
Si es que logró algún cambio en su sociedad -y yo creo que sí porque hoy en día la infidelidad y el maltrato físico y psicológico son causas comunes de divorcio-, fue muy inteligente de su parte haber contado esta historia desde el punto de vista masculino, aun cuando existen dos narradores en esta novela y Helen es quien lleva la mayor parte de la narración; supongo yo, sin embargo, que comenzar el relato con Gilbert como narrador fue un acierto para suavizar el caso de Helen Graham en aquel tiempo.
Helen Graham es una mujer que al poco tiempo de residenciarse en una nueva comunidad recibe todo tipo de injurias a causa de su sospechosa relación con dos hombres, Mr Lawrence y Mr Markham. Markham, el galán de la comarca, se enamora de ella pero debe vencer algunos obstáculos para conseguirla; después de aciertos y desaciertos, encuentros y desencuentros, Gilbert descubre que Helen está aún casada y que ha huído de un marido mujeriego y alcohólico que le da mala vida. 

Mucha debió ser la controversia cuando esta novela salió a la luz en el tiempo de las Brontë, de hecho leí que a Charlotte le pareció un trabajo muy arriesgado y que no estuvo de acuerdo con su publicación (o algo así), pero debió significar mucho coraje para Anne haber escrito algo con tanto valor, algo que, estoy segura, sirvió para que la mujer, en estos días, consiguiera muchos de los derechos que tiene, y no me refiero al adulterio, porque si algo fue Helen, es lo constante que se mantuvo a sus votos matrimoniales; pero me refiero a los derechos de poder ir ante un juzgado, pese a todos los escándalos que una ruptura matrimonial pudiera causar, y aplicar a un divorcio cuando se es tratada de la manera en que Helen es maltratada por su marido.
En mi opinión, y recordando que se trataba de una sociedad machista, el punto de vista masculino también debió permitir, en los hombres y mujeres de aquella sociedad, aceptar una relación como la de Gilbert y Helen: el escándalo de una viuda vuelto a casar. La narrativa que emplea Anne al narrar cómo Gilbert la ama profundamente, confía en su palabra y la espera pacientemente hasta que termina su primer matrimonio, debió influir un poco en la conducta de la sociedad moderna y en la aceptación de muchas de estas circunstancias en estos años.

No sé, entonces, qué tanto influyó el punto de vista masculino de La Inquilina de Wildfell Hall en la sociedad moderna, pero algo debió haber pasado en aquel entonces para que algo tan dramático y controversial llamara la atención de una editorial.