miércoles, 16 de noviembre de 2016

Autopublicando


Solía creer que escribir no era un trabajo que a mucha gente interesara. Creía que era una labor de aquellos que lo sentíamos de corazón, y resultó, para mi sorpresa, que hay muchísima gente, una cantidad infinita de autores, todos muy tocados de amor, cumpliendo su sueño de verse publicados gracias a este gigante de la publicación y la Auto-publicación que es Amazon.


Yo, una de estas aficionadas con aspiraciones de “autora”, tuve la buena o mala cabeza de Auto-publicar dos novelas en la mega tienda de los books e eBooks (escribo “e” eBooks porque en mi mente lo pronuncio en inglés), aunque, les comparto, que todavía no comprendo bien la experiencia.

Ya sé que artículos como éste que se me dio por escribir hoy hay cientos publicados en blogs y páginas de autores, pero igual quería compartirles mi experiencia y, con mucha suerte, si consigo que me respondan un Tweet y posteriormente un cuestionario, dos autoras que desde que me puse a revisar cómo era este mundo de la autopublicación, me llamaron mucho la atención, les cuente también cómo les fue a ellas autopublicando. ¿De quiénes se trata…? Eso lo revelaré en su momento, si es que éstas aceptan mi petición. 

Quería contarles que esta aventura no ha sido sencilla. Ya quisiera, cada uno de nosotros, que nos tocara la buena estrella de Andy Weir, el autor de El Marciano, a quien Ridley Scott le hizo una peliculita después de leer su librito independiente. A mí me pasó lo mismo la semana pasada… Sí, claro.

Primero, creo que soy bastante competitiva conmigo misma, y cuando coloqué mi novelita Quinceañera, una con la que me divertí muchísimo, me desesperé bastante rápido al verla suscrita en KDP sin que no la compraran (tal vez tenía, o todavía tiene, una sinopsis muy poco atrayente), excepto esa persona a la que todavía le debo los 0,99 dólares. No es justo que los hubiera pagado cuando la dejé gratis para los demás. Pude esperar, supongo, a que luego de muchos meses, o años, ya empezara a conocerse sola y fuera comprada efectivamente en 0,99 dólares, cual libro de Stephenie Meyer, pero mi desesperación me lo impidió. Como cualquier autor (y no es que me crea uno, preferiría la denominación Storyteller. Austen y Bronte son autoras, yo solo soy una aficionada) quiere, más que nada (supongo otra vez) es que su obra, buena o mala, sea leída. Por esto me fui por lo gratis.


En una crisis de ansiedad, unos meses más tarde, me dediqué a retomar algo que ya tenía escrito desde hace mucho tiempo, que terminé, en realidad, reescribiendo y voilà, para mi propia sorpresa, tenía otra novela escrita. Lo cierto es que ésta ya no quise obsequiarla, me había gustado mucho, más que la primera, y sentía que para no obtener nada, financieramente hablando, mejor algo, así fuera dentro de muchos años. Mi riesgo.

El asunto es que por muchas razones retomé suscribir Un Amor Encantado, esta novela tan afamada, al plan bandera de los autopublicados de Amazon, “KDP Select”, una estrategia con la que la tienda permite a los suscriptores de Kindle Unlimited y la librería Koll leer tu libro gratis o tomarlo prestado por quince días (o algo así he entendido). Las regalías por páginas Kenp leídas (para los lectores del Unlimited), que se amplían por libro, es de un costo bajísimo, con lo que tu libro termina vendiéndose, si tiene alrededor de 251 páginas estándares (como el mío) - 327 Normalized en las Kenp, en menos del dólar noventa y nueve tan famoso. Y, supongo nuevamente, que esto sucede si este lector termina el libro. ¿Qué tal si no le gusta y decide dejarlo a la mitad?

En lo que he aprendido tampoco está secillo autopublicar. Es un riesgo parecido al de tocar la puerta de una editorial, con la diferencia de que Amazon jamás te dirá que no. Es una labor que puede tomar años de que se reconozca tu trabajo (si ha de ser reconocido), y que depende mucho de la publicidad que se haga de esos proyectos en redes sociales y blogs. Incluso hay gente en Twitter que se dedica, por una remuneración, a mencionar tus trabajos para llegar a más público. 

De cualquier modo, Amazon, con todas sus justicias e injusticias, y otras distribuidoras como Lulu, Smashwords, iBooks, etcétera, han permitido a los autores aficionados cumplir el sueño de compartir (vendiendo o regalando) esas historias que transitan y hacen vida en sus cabezas.

Agradecidos, nos lean o no, estamos con estos portales de que nos permitan la oportunidad de “publicar” sin que se nos cierren las puertas que, la mayoría de las veces no se abren, al tocar en una editorial.

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