domingo, 5 de abril de 2020

Baile de primavera - Parte 3


—Con todo lo que he escuchado esta velada, espero que no siga promocionando usted la amistad entre su favorita y yo? —Le dijo Emma al señor Knightley cuando estuvieron sentados uno junto al otro en la mesa de Lady Catherine durante la cena.
Era raro que Emma se alejara de casa, pero había recibido una invitación de Lady Catherine, una vieja amiga de su padre, para pasar una temporada en Rosings, y siendo así, el señor Woodhouse no pudo poner objeción, además, el señor Knightley se había ofrecido a acompañarla hasta allí antes de atender negocios en Londres. Fue muy difícil para Emma tener que dejar a su amiga Harriet en Highbury justo cuando, debido al fracaso del proyecto Bingley, se había presentado un nuevo prospecto: el señor Elton. Lo había elegido como el indicado para conseguir que su amiga abandonara el interés por el señor Martin, quien, a su vez, los últimos días había sido demasiado inoportuno al hacerle un ofrecimiento de matrimonio a través de una carta, muy bien redactada, pese a los prejuicios de la señorita Woodhouse sobre el granjero; no obstante, Emma era más astuta que él habiéndolo dejado todo orquestado entre la próxima pareja, Elton y Harriet. Hasta el momento, el señor Elton se expresaba muy bien de Harriet y la consideraba tan atractiva como para inducir a Emma a hacer un retrato de la joven que, en lo que estuvo listo, fue el más animado en viajar a Londres para hacerlo enmarcar.
—¿Mi favorita?
—La señorita Elizabeth Bennet.
—Es una joven admirable —dirigió la mirada hacia la muchacha, con cuyos ojos se encontró, Lizzy estaba sentada diagonal a él, junto al coronel Fitzwilliam, al señor Knightley le pareció verla ruborizar. A consciencia de que no era prudente sembrar ningún tipo de dudas en una muchacha con la que, aunque le agradaba por su viveza e inteligencia, no pensaba obtener sino una buena amistad para Emma, el señor Knightley retiró la suya para continuar atendiendo a su joven amiga—, como también lo es la señorita Jane Fairfax —Emma revolvió los ojos, pero no pensaría que es mi favorita.
Antes de que la señorita Elizabeth Bennet se presentara en el baile de Highbury, Emma pensaba que el señor Knightley tenía sentimientos ocultos por Jane Fairfax, pero desde que conoció a la joven de Hertfordshire y aunque él lo negase afirmando que no existía la mujer que le tentara a casarse, Emma intuía que estaba enamorado de ella. Sin embargo, a pesar de sus intuiciones, prefirió evitarse el comentario de una relación inconveniente para su amigo y escogió hablar de Isabella, John y los niños, a quienes Knightley vería cuando se marchara a Londres.
Del otro lado de la mesa, Lizzy tuvo el honor de ser ubicada junto al coronel Fitzwilliam, también sobrino de Lady Catherine, un hombre tan distinto a su primo, amable en el trato, que, aunque no era igual de carismático que el señor Knightley, le inspiraba confianza.
—¿Cuántos días piensa quedarse en Kent? —Le preguntó Elizabeth.
—Todo dependerá de Darcy, estoy a sus órdenes, él dispone de las cosas a su conveniencia.
—Creo que así es con todo, incluso con lo que no está directamente relacionado con él.
—Sabrá que así es. Es uno de esos hombres cuya opinión es muy respetada e influyente.
Pensando en que sobre este tema, Lizzy podía indagar más, no tardó en preguntar.
—¿A qué se refiere?
—Verá, he sabido que mi primo ha salvado a un buen amigo suyo de una unión inconveniente el pasado invierno.
¡Bingo! Justo lo que Lizzy había pensado, suponiendo que este amigo fuese Bingley.
—¿Ah, sí?
—Había algunas objeciones en cuanto a la joven.
—¿Objeciones contra la joven?
Elizabeth cruzó una mirada furiosa con Darcy, quien, del otro lado, sentado junto a su tía y la señorita Anne de Bourgh, su futura esposa, también la miró.
Ya le había comunicado a Jane sus pensamientos sobre la distancia de Bingley y la hostilidad manifiesta en las cartas que había recibido de la señorita Caroline Bingley, que habían sido elaboradas para conseguir la decepción de su pobre hermana. ¿Con qué derecho se creían todos de intervenir así en la felicidad de los demás?
—Sí, pero no conozco los detalles. Creo que usted lo conoció el pasado invierno, ¿no es así?
—Así es —Lizzy todavía miraba al señor Darcy con el resquemor propio de una hermana ofendida—, en un baile público de Highbury.
—Entonces tal vez haya conocido también a su amigo.
—Bingley —dijo ella.
Darcy, desde el otro lado de la mesa pudo leer el nombre de su amigo en los labios de la dama, pero no consiguió comprender por qué le miraba de ese modo tan intenso, casi con odio.
—Justamente.
—Si me disculpa…
Aunque Lizzy sabía que era una descortesía y muy impropio de una señorita educada retirarse de la mesa cuando todavía no había culminado la cena, ella necesitaba ausentarse.
El coronel Fitzwilliam la miró levantarse, Lady Catherine le hizo un llamado de atención, Darcy calificó su imprudencia, Charlotte se preguntó qué pasaba, el señor Collins pensó que esto era lo más vergonzoso que una invitada suya le había hecho delante de su patrona, Emma miró a su amigo haciendo conjeturas, pero el señor Knightley fue el único genuinamente preocupado.
—Lo siento, necesito un poco de aire.
A sabiendas de que estaba siendo juzgada por todos en la cena, se deslizo hacia el salón y luego a la terraza donde finalmente pudo respirar.
—Señorita Bennet —escuchó la voz del señor Knightley detrás de ella—, está usted bien.
—¡Oh, señor Knightley! —lloró ella hasta acomodarse entre sus brazos.
El señor Knightley pareció sorprendido del arrebato de la joven, pero la recibió con un abrazo y trató de consolarla.
—Todo va a estar bien. Todo va a estar bien.

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