domingo, 29 de marzo de 2020

Baile de primavera - parte 2



 

La señorita Emma Woodhouse estaba distraída en la conversación de Lady Catherine cuando notó que su amigo se acercaba llevando del brazo a esa chica de la que le había hablado tanto desde la pasada temporada en el baile público de Highbury.
—¡Knightley…! ¡Ven, mi querido Knightley! —Se interrumpió Lady Catherine al reconocer también que su invitado se acercaba a hacerle honores—. ¡Darcy, tú también!
—Lady Catherine…
El señor Knightley le dio sus respetos y se permitió presentar a las jóvenes:
—Desde hace unos meses he querido que estas dos amigas se conozcan.
—Por supuesto, por supuesto, la señorita Elizabeth Bennet necesita de buenas conexiones.
Elizabeth respiró profundamente y trató de parecer impertérrita, ella no se dejaba influenciar por los comentarios de Lady Catherine, pero estaba fastidiada de tener que escucharlos cada vez que la gran señora sentía que debía hacerlos. Por su parte, Emma trató de componerse también, aunque en la temporada pasada, Jane Bennet le había parecido una excelente joven, ella no tenía interés alguno de conocer o intimar con su hermana. No le hacía gracia que tuviera deslumbrado a su amigo. A Emma se le había asignado la fama de tener buen ojo para organizar a los corazones solitarios y arreglar bodas —jamás habría sido tan egoísta como para conservar a la señorita Taylor cuando podía intervenir en su felicidad conyugal—, sin embargo, era un poco como su padre, no le gustaban los cambios —a menos que fueran orquestados por ella—, y aunque sabía que en alguno de los giros del destino el señor Knightley habría de casarse, nunca imaginó que sería con una desconocida que no aprobaba ni sentía una pizca de admiración.
—Elizabeth, conoce a mi querida Emma. Emma, le presento a la señorita Elizabeth Bennet.
Elizabeth sonrió e hizo una reverencia hacia la joven. Del mismo modo fue correspondida.
—Nos saludamos más temprano —reconoció Lizzy al recordar cuando ambas señoritas cruzaron miradas a su llegada al salón. Emma sonrió aceptando el hecho.
—La señorita Elizabeth Bennet es huésped del matrimonio Collins —intervino Lady Catherine—, hemos tenido el honor de su compañía en algunas ocasiones, aunque a menudo le he insistido que venga a practicar el piano para que mejore sus destrezas—. Darcy, ¿cómo van las lecciones de música de Georgiana.
—Ha avanzado mucho, tía.
—Georgiana va a ser una excelente pianista, tal como lo habría sido Anne de no ser por sus afecciones —Lizzy evitó mirar por más del tiempo requerido a la hija de Lady Catherine, sentada junto a Emma, que al escuchar el comentario de su madre, se miró los dedos, enlazados entre sí sobre su regazo. En este momento Lizzy no pudo evitar recordar las palabras de Wickham acerca del destino de la joven, con el hombre detenido a unos pasos de ella. Intentó no reír al pensar que la señorita Caroline Bingley parecía deseosa de llamar la atención del señor Darcy en aquel baile de invierno—. Es lo que le digo a la señorita Bennet, que se prepare, todavía está a tiempo. ¿Creo tiene usted hermanas...?
—Cuatro más.
—¿Cantan y saben tocar el piano?
—Una de ellas mejor que las demás.
—¿Por qué no todas? Su padre ha debido emplear recursos para que aprendieran música y canto. ¿Saben dibujar?
—Ninguna.
—Pero, ¿cómo? ¿No tuvieron institutriz?
—No, señora.
Lady Catherine miró a Emma, cuestionándose todo.
—¡Eso es una locura! Educar cinco hijas sin institutriz. Una institutriz es importantísima para regular los horarios de estudio. Su madre habrá vivido mortificada en educarlas.
—La verdad es que no.
—¿No?
Acá, Lady Catherine volvió a juzgar la educación de las señoritas Bennet recurriendo a la mirada de Emma, quien, a su vez, miraba al señor Knightley pensando: lo ve, no hay nada de inteligente ni destacable en su querida amiga
Gracias al cuestionario que estaba haciendo Lady Catherine a la joven, Emma pensaba que podía estar tranquila de que nada se alteraría, al menos por un tiempo, en lo referente a su amistad con el señor Knightley ni en su reducida sociedad.
—Emma ha tenido a una de las mejores institutrices del país.
—Casi una hermana para mí, pero no lamenté haberla perdido.
—Claro que no, se ha casado con un hombre excelente.
—Así es, y ella sigue siendo mi gran amiga.
—Por supuesto. Señorita Bennet, si hubiera conocido a su madre a tiempo no habría descansado hasta ver que contratara una institutriz para usted y sus hermanas.
Mi madre la habría escuchado, pero en realidad no creo que hiciera falta; cuando quisimos estudiar tuvimos los medios para hacerlo, siempre hemos sido aficionadas a la lectura y tuvimos todos los profesores que necesitamos.
—Lamentable, muy lamentable. Dígame algo, ¿sus hermanas han sido presentadas en sociedad?
—Así es.
Emma miró nuevamente al señor Knightley, que miraba con atención toda la retórica entre su señoría y la señorita Elizabeth Bennet.
—¿Todas?
—Cada una.
—Pero eso no está bien, ¿qué edad tiene la menor de sus hermanas?
—Dieciséis, señora.
—Dieciséis…, ¿qué pasaría entonces si alguna de las menores fuera considerada en matrimonio antes que las mayores?
—Particularmente pienso que no es justo que se sacrifique la felicidad y la vida social de las hermanas menores por el simple hecho de que las mayores no puedan casarse. Las que han nacido después tienen tanto derecho a los placeres de la juventud como la que ha nacido primero[1].
—Tiene usted mucha resolución para ser tan joven. ¿Qué edad tiene, señorita Bennet?
Teniendo cuatro hermanas en edades casaderas, espero que comprenda mi reserva en revelar la mía.
—Solo quería confirmarlo, pero le calculo veinte años.
—¿Qué opinas tú, Emma? ¿Acaso no entraste en sociedad luego de que Isabella se casó?
Emma miró fugazmente a su amigo, de cuyo brazo todavía colgaba la señorita en cuestión. Notó que éste la observaba también con cierto interés en su respuesta.
—Los códigos sociales han de ser respetados, Lady Catherine, pero tal vez no sea la mejor en responder pues no tengo pensado casarme.
—¿Cómo no?
—En absoluto. Aunque me gustan las bodas, así como arreglarlas —nuevamente miró fugaz a su amigo—, creo que no estoy hecha para el matrimonio, prefiero disfrutar de mi libre albedrío eternamente. 
—En tu caso, que eres rica, bella e inteligente, podría perdonar tal tontería, Emma, pero la señorita Bennet, que no tiene las mismas oportunidades que tú, tiene que prepararse, pues en la vida está condenada a casarse o a ser la institutriz de alguna familia. Cuando necesites una postulación, acá estaré a la orden, gracias a mi recomendación cuatro jóvenes se han colocado muy bien.
Desde que se acercó a la reunión Darcy había pensado que su tía estaba exponiendo demasiado a la joven Bennet con su escrutinio, pero hacer el último ofrecimiento era pasarse de la raya. Estaba dispuesto a intervenir en favor de la señorita Bennet, pero ella misma sabía cómo hacerlo.
—Todavía me creo capaz de atraer a alguien que por amor quiera hacerme su esposa, su señoría.
A Lady Catherine no le agradó el orgullo de la joven, hasta ese momento nadie nunca le había hablado de ese modo indecoroso, no obstante, cuando se preparaba para hacer su réplica, fue interrumpida.
—¿Qué dice? —Su atención había sido requerida por uno de sus mozos—. Bien —levantó la mirada antes de dirigirse a todos. Ya podemos pasar a cenar.


[1] Cita del libro Orgullo y Prejuicio.

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Baile de primavera - Parte 1


sábado, 28 de marzo de 2020

Bocaditos de novela: Montañeros, una especie en extinción

En estos días de cuarentena he estado haciéndome de muchas lecturas que varios autores de Instagram han estado dejando gratis en Amazon para lectores compulsivos como yo; entre estas he tenido la oportunidad de descargar una novela por la que me había sentido interesada desde que salió al mundo digital hace algunos meses; se trata de Montañeros, una especie en extinción, una historia de J. de la Rosa, sexy y romántica que engancha desde la primera línea. Yo no estoy leyéndola tan rápido como se deja porque, aunque en aislamiento, estoy en un sinfín de actividades hogareñas; sin embargo, quiero aprovechar de dejarles un bocadito para que así conozcan a Jedidiah y se animen a leerla. Antes de despedirme, como siempre, les deseo que tengan buen provecho literario.

Más bocaditos en la Página.

jueves, 26 de marzo de 2020

#Yomequedoencasa - Baile de invierno

 
Como parte de la iniciativa que han tenido los autores de Instagram de obsequiar sus trabajos con el objeto de que disfrutes de esas lecturas a las que no has podido acceder antes y te quedes en casa durante estos tiempos difíciles, me uno nuevamente --también para que te pongas al día y avances con Baile de Primavera--, este viernes y sábado con Baile de Invierno GRATIS en la tienda Amazon.


Tras su éxito al conseguir la boda entre su institutriz y el señor Weston, Emma Woodhouse se plantea una nueva unión, la de su amiga Harriet Smith y un viejo amigo de la familia, el señor Charles Bingley, para lo que ha organizado el primer baile público de la temporada en Highbury.
Baile de invierno es la primera parte de la serie "Relato a la Austen", un divertido fanfic de las novelas de Jane Austen, un homenaje a la autora desde el punto de vista de una de sus lectoras.

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domingo, 22 de marzo de 2020

Baile de primavera - Parte 1



No hay distancias cuando se tiene un motivo.
De la novela Orgullo y Prejuicio.

 
Lizzy miraba su reflejo en el espejo, no atendía a los últimos detalles de su tocado ni su vestido, tampoco pensaba en algo en específico, solo estaba distraída en las facciones de su rostro, en la oscuridad de sus ojos y el rubor de sus mejillas, cuando escuchó un ligero golpe y luego observó que su puerta se abría lentamente.
—¿Estás lista, querida?
Charlotte, había venido por ella a su habitación, esta noche los Collins habían sido invitados a una cena y un baile en Rosings Park, y se esperaba que ella, como huésped, asistiera también.
Lizzy habría preferido evitar toda la velada, llevaba quince días en Hunsford, la nueva residencia de su amiga Charlotte desde que se casó con su primo, el heredero de Longbourn, el señor Collins, de los cuales un par de veces a la semana cenaban en los dominios de la mansión, propiedad de la estirada Lady Catherine de Bourgh, que siempre parecía cuestionarla; sin embargo, aunque le habría encantado saltarse unos cuántos códigos de su sociedad y ofender muchísimo a la dueña y señora de Rosings, en respeto a su amiga y en honor a los bailes, escogió presentarse con los recién casados.
—Sí, lo estoy tomó su chalina y salió de la habitación detrás de su amiga.
Prefirieron andar hasta Rosings en lugar de usar el calesín del señor Collins, pues hacía una tarde-noche preciosa y fresca, la primavera había llegado al reino y los campos parecían cubiertos de una alfombra de los colores del arcoíris, algo que, para el momento actual, en el que le preocupaba muchísimo la estabilidad emocional de su hermana Jane, la hacía sentir alegre. Antes de visitar Hunsford, Lizzy había escuchado de Lady Catherine de Bourgh a través de su amigo Wickham, ese hombre con el que había entablado cierta amistad la temporada pasada, que le había informado, mientras formaban parte de uno de los recuadros durante el baile de invierno, que aquélla era la tía del señor Darcy, con quien tenía planes de casar a su única hija.
Esta noche en el salón de Rosings, que otras veces le había parecido ostentoso, destacaba la opulencia, Lady Catherine, que ocupaba un lugar majestuoso delante de algunos invitados que se habían presentado antes que ellos, se había tomado seriamente su rol de anfitriona y había modificado con detalles imponentes el ambiente en el que solía reunirse con su párroco.
No esperaba, Lizzy, encontrar caras conocidas acá, no obstante a la primera persona que identificó fue a esa joven a la que se le atribuyó la organización de aquel baile público al que había asistido en Highbury, el invierno recién terminado. En aquel momento no fueron presentadas formalmente, no obstante, al reconocerse una a la otra, se hicieron una ligera inclinación de cabeza. La muchacha estaba sentada junto a la señorita Anne de Bourgh, la hija de Lady Catherine, a quien Lizzy ya había conocido de las previas invitaciones a Rosings, sobre la que pensaba que tenía una condición pálida y enfermiza. Con unos pocos segundos de observación, Lizzy notó que Emma había tratado de mantener comunicación con la joven pero ésta apenas manifestó alguna expresión.
Lizzy continuó el estudio de los invitados, qué diferencia este baile privado en comparación con aquel baile público del pasado invierno; de pronto se sintió nostálgica al recordar la compañía de sus amigas Marianne, Elinor, Anne, Jane Fairfax, Catherine, Fanny y la de su propia hermana Jane; sin embargo mientras repasaba aquellos momentos, la figura de un hombre que se cruzó delante de ella, suavizó el sentimiento.
El señor Knightley, estaba mirándola con una sonrisa cálida de reconocimiento. Durante los meses que transcurrieron desde aquel baile hasta éste, Lizzy se había sorprendido pensando en él, sonrojada ante el recuerdo de su trato y sus facciones, ella creía que era la primera vez que se sentía verdaderamente atraída por alguien, pero como le había recomendado su tía Gardiner los días que estuvo en Longbourn antes de viajar con su hermana a Londres, lo mejor era esperar y no precipitarse en los asuntos del amor.
En esto pensaba y sabía que sonreía mientras respondía el amable saludo de su amigo cuando esta emoción fue eclipsada por la presencia de un hombre muy diferente. El señor Darcy.
El intolerable, irritante y orgulloso señor Darcy, con quien también había tenido el infortunio de ser presentada en el baile de invierno y con quien definitivamente no esperaba reencontrarse. Nunca. Al diferencia de su amigo, y un hombre más que les acompañaba, apenas hizo contacto visual con ella retiró la mirada y se mantuvo tan inalcanzable como había estado en Highbury.
—Señorita Bennet —el señor Knightley avanzó hacia ella.
—Señor Knightley —ella le sonrió esperándolo junto a su amiga Charlotte, el señor Collins había pasado directamente a ofrecer sus respetos a su señoría, Lady Catherine.
—Es una agradable sorpresa encontrarla acá.
—Pienso de la misma manera. ¿Recuerda a mi amiga Charlotte, antes señorita Lucas, ahora señora Collins?
—Claro que sí —el señor Knightley y Charlotte se hicieron una reverencia—. Felicidades por la boda.
—Gracias. Es un honor verlo nuevamente, señor Knightley —le dijo ella—. A usted también señor Darcy.
En Elizabeth se manifestó un breve sobresalto que evitó exteriorizar, así como mirar a su lado, donde sentía la reciente presencia del caballero. La violencia de sus acciones en aquella última escena del baile de invierno no la escandalizaron pero la hicieron formarse una opinión más severa que la que ya se había dado de él.
—Para mí también —el señor Knightley respondió la amabilidad de Charlotte.
—La felicito por su matrimonio —le dijo Darcy, mirando de soslayo a Lizzy.
—Gracias.
—¿Y usted, señorita Elizabeth —continuó Knightley—, desde cuándo está por Kent? Recuerdo que la vez anterior, cuando nos conocimos, mencionó que se dirigía a este lugar.
Al recordar su previo viaje a Kent, Lizzy sintió cierta incomodidad. Con el objeto de mantener la propiedad en la familia, había recibido una propuesta de matrimonio del señor Collins, quien al verse rechazado, condujo sus intenciones hacia su amiga Charlotte.
—Así es, pero ésta es una nueva ocasión —sonrió amablemente al verla. No estaba de acuerdo en su matrimonio, Collins era un mentecato y un engreído y antes pensaba que quien se casara con él no estaba en su sano juicio, pero su amiga había conseguido cierto equilibrio en su felicidad conyugal—. Llevo aquí alrededor de quince días.
—¿Y cómo la ha pasado?
—Bastante bien —le sonrió—. Disfruto muchísimo de los alrededores, además de que hace un clima encantador.
Su paseo favorito era el de la alameda, que parecía fuera del alcance de Lady Catherine, le gustaba recorrerlo cuando necesitaba pensar o simplemente quería escaparse de alguna de las largas y aburridas visitas a Rosings.
—Eso me contenta saber. ¿Y qué me dice de su grupo de amigas del último baile? ¿Ha vuelto a verlas? ¿Cómo está su hermana?
—Mi grupo de amigas está muy bien, no nos hemos vuelto a ver, pero hemos mantenido el contacto a través de la correspondencia —hizo una pausa y miró de reojo al señor Darcy antes de responder la referencia sobre su hermana—. Mi hermana está muy bien, está pasando una temporada con mis tíos en Londres. Usted, que frecuenta la ciudad, ¿ha coincidido con ella, señor Darcy?
Por la correspondencia que mantenía con Jane, Lizzy sabía que el señor Darcy y el señor Bingley también habían estado en la ciudad aunque no se habían visto, su hermana y la señorita Caroline Bingley, también mantenían el contacto por correspondencia y Lizzy sabía que ambas señoritas se habían visto brevemente.
Antes de que Jane partiera a Londres, la joven le había dejado claro a Jane en una correspondencia que pronto se esperaba una unión entre su hermano y la señorita Darcy. Elizabeth estaba segura de que todo ello se debía a un plan superior de la hermana del caballero, pues el señor Bingley fue el menos afectado en aquella escena final del baile de invierno, cuando el señor Darcy perdió la sensatez y se fue contra Wickham solo porque bailaba con la joven Georgiana, pero consideraba normal la inseguridad de Jane, que pronto se sintió atraída por el joven. Ahora bien, siendo el señor Darcy un ente tan allegado a la familia, le pareció importante estudiar la expresión en él.
—No he tenido la suerte, señorita.
—Supongo que tendrá un itinerario muy ocupado.
—No creo que fuera ésa la razón. Simplemente no hemos coincidido.
—Es muy justo.
Intercambiaron algunas opiniones más, como qué había acontecido en Highbury desde el baile de invierno, la curiosidad que sentía el señor Knightley por conocer Hertfordshire y tanto ella como Charlotte fueron presentadas con el coronel Fitzwilliam, el tercer hombre del grupo. Agotados los temas, el señor Knightley planteó lo siguiente:
—A ver, mi querida señorita Bennet, desde hace unos meses que he querido que conozca a alguien.
Ofreciéndole el brazo la llevó a conocer a su querida Emma Woodhouse.

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