—Ha conseguido una buena reunión, Emma —le dijo el
señor Knightley luego de dos horas de iniciado el baile más importante de la
temporada.
—Me gusta que lo reconozca, señor Knightley, gracias.
—Bien organizado, además de que he observado que ha
reunido un grupo muy interesante de amigos.
—Sí, aunque aún no se presentan los Bingley.
—Ah, pero si es a los Bingley a quienes espera con
tanta ansiedad, no se preocupe que he visto a su cochero afuera.
—¿Han llegado?
—Supongo que no tardarán en hacer acto de presencia
frente a usted.
—Excelente.
—La veo muy entusiasmada. Habría pensado que se
reservaba la emoción para el orgullo de Highbury.
—Si se refiere a Frank, su padre me ha asegurado que
esta noche le tendremos aquí.
—La verdad, Emma, su presencia en este baile, o en
cualquier otro, me tiene sin cuidado. Pero si no es por Frank por quien la he
visto inquieta sino los Bingley, supongo que será porque desea reencontrarse
con la señorita Caroline.
—Caroline es una parte de mi interés, pero en
realidad tengo planes con esa familia.
—¿Y qué se le ha ocurrido a la señorita Woodhouse
esta vez?
—Si se lo digo me cuestionará hasta el final de mis
días, así que prefiero reservarme la idea.
—Emma, ¿qué está tramando?
Ella sonrío y le admiró, el señor Knightley era un
hombre de buen criterio, el único que cuestionaba cada uno de sus
procedimientos, tenía algunos treinta y siete o treinta y ocho años, era alto y
atractivo, y aunque los separaba una diferencia de edad importante, con él Emma
se sentía en total confianza.
—A menos que esté pensando en hacer una boda para sí
misma con Charles Bingley, considere la gloria que ha conseguido con la unión de
la señorita Taylor y el señor Weston y que, estando en la cúspide de los
eventos, debería pensar en retirarse.
La sonrisa de Emma se volvió más espléndida.
—Para su tranquilidad no es para mí que estoy
apartando a al señor Charles Bingley, creo que le he advertido antes que no planeo
casarme, que me dedicaré mis días al cuidado de mi padre.
—Sí, me lo ha advertido, como dice, sin embargo cuando organiza un baile como éste, Emma, no sé si
lo hace buscando reconocimiento o es esa cosquilla que sienten todas las jovencitas
de su edad por encontrar marido. Pero, en resumen, si no es para usted, ¿con quién se le ha ocurrido relacionar a Charles?
Aunque trató de disimular, la mirada de Emma se posó
sobre su nueva amiga, Harriet Smith.
—Pero por favor, Emma…
Siendo bella, inteligente, rica, sin nada que la
afligiera o la enojase, el señor Knightley pensaba que Emma estaba siendo muy
obstinada y bastante estúpida al insistir en esa amistad con la chiquilla Harriet Smith,
que no estaba a la altura de su distinguida familia, pero que pretendiera atarla a uno de sus amigos, con el que además no tenía nada en común, le parecía algo fuera de control.
—Permita que las personas sean libres de escoger a su interés romántico.
—Me ofende usted.
—¡En absoluto! Pero piense que debería estar rodeada de jóvenes que compartan su nivel de educación y cultura. Ahora mismo, a través de mi amiga Anne, he conocido a cuatro de ellas.
—Me ofende usted.
—¡En absoluto! Pero piense que debería estar rodeada de jóvenes que compartan su nivel de educación y cultura. Ahora mismo, a través de mi amiga Anne, he conocido a cuatro de ellas.
—¿Ah, sí? ¿Y quiénes son esas personas tan dignas
de mí?
—Las señoritas Bennet y las Dashwood, la misma Anne
o Jane Fairfax.
Al notar el cambio en el semblante de su amiga, el
señor Knightley no pudo más que lamentar esa obvia antipatía que ella sentía hacia Jane Fairfax,
una de las jóvenes más queridas de Highbury.
—La señorita Elizabeth Bennet es quien ahora baila
con el señor George Wickham, una joven muy interesante, de una mente muy despierta, compatible
con la suya, Emma; apuesto que entre las dos tendrían muchas opiniones acerca de los bailes, las muselinas y los variados aspectos de la sociedad inglesa.
—¿Es esa la opinión que tiene de mí, bailes y muselinas? —Emma no le permitió responder—. Gracias por el interés en seleccionarme las amistades,
señor Knightley, pero creo que puedo escogerlas bastante bien yo misma; en
Harriet tengo todo lo que necesito. Ahora bien, a su amiga Anne, sí me gustaría
saludar.
Con esta última inclinación de Emma, medianamente satisfecho por su intervención, el señor Knightley presentó
su brazo para que su amiga lo tomara y con él se paseara por el salón para
encontrar a Anne.
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