La
señorita Emma Woodhouse estaba distraída en la conversación de Lady Catherine
cuando notó que su amigo se acercaba llevando del brazo a esa chica de la que
le había hablado tanto desde la pasada temporada en el baile público de
Highbury.
—¡Knightley…!
¡Ven, mi querido Knightley! —Se interrumpió Lady Catherine al reconocer también
que su invitado se acercaba a hacerle honores—. ¡Darcy, tú también!
—Lady
Catherine…
El
señor Knightley le dio sus respetos y se permitió presentar a las jóvenes:
—Desde
hace unos meses he querido que estas dos amigas se conozcan.
—Por
supuesto, por supuesto, la señorita Elizabeth Bennet necesita de buenas
conexiones.
Elizabeth
respiró profundamente y trató de parecer impertérrita, ella no se dejaba
influenciar por los comentarios de Lady Catherine, pero estaba fastidiada de
tener que escucharlos cada vez que la gran señora sentía que debía hacerlos. Por
su parte, Emma trató de componerse también, aunque en la temporada pasada, Jane
Bennet le había parecido una excelente joven, ella no tenía interés alguno de
conocer o intimar con su hermana. No le hacía gracia que tuviera deslumbrado a
su amigo. A Emma se le había asignado la fama de tener buen ojo para organizar
a los corazones solitarios y arreglar bodas —jamás habría sido tan egoísta como
para conservar a la señorita Taylor cuando podía intervenir en su felicidad
conyugal—, sin embargo, era un poco como su padre, no le gustaban los cambios
—a menos que fueran orquestados por ella—, y aunque sabía que en alguno de los
giros del destino el señor Knightley habría de casarse, nunca imaginó que sería
con una desconocida que no aprobaba ni sentía una pizca de admiración.
—Elizabeth,
conoce a mi querida Emma. Emma, le presento a la señorita Elizabeth Bennet.
Elizabeth
sonrió e hizo una reverencia hacia la joven. Del mismo modo fue correspondida.
—Nos
saludamos más temprano —reconoció Lizzy al recordar cuando ambas señoritas
cruzaron miradas a su llegada al salón. Emma sonrió aceptando el hecho.
—La
señorita Elizabeth Bennet es huésped del matrimonio Collins —intervino Lady
Catherine—, hemos tenido el honor de su compañía en algunas ocasiones, aunque a
menudo le he insistido que venga a practicar el piano para que mejore sus
destrezas—. Darcy, ¿cómo van las lecciones de música de Georgiana.
—Ha
avanzado mucho, tía.
—Georgiana
va a ser una excelente pianista, tal como lo habría sido Anne de no ser por sus
afecciones —Lizzy evitó mirar por más del tiempo requerido a la hija de Lady
Catherine, sentada junto a Emma, que al escuchar el comentario de su madre, se
miró los dedos, enlazados entre sí sobre su regazo. En este momento Lizzy no
pudo evitar recordar las palabras de Wickham acerca del destino de la joven,
con el hombre detenido a unos pasos de ella. Intentó no reír al pensar que la
señorita Caroline Bingley parecía deseosa de llamar la atención del señor Darcy
en aquel baile de invierno—. Es lo que le digo a la señorita Bennet, que se
prepare, todavía está a tiempo. ¿Creo tiene usted hermanas...?
—Cuatro
más.
—¿Cantan
y saben tocar el piano?
—Una
de ellas mejor que las demás.
—¿Por
qué no todas? Su padre ha debido emplear recursos para que aprendieran música y
canto. ¿Saben dibujar?
—Ninguna.
—Pero,
¿cómo? ¿No tuvieron institutriz?
—No,
señora.
Lady
Catherine miró a Emma, cuestionándose todo.
—¡Eso
es una locura! Educar cinco hijas sin institutriz. Una institutriz es
importantísima para regular los horarios de estudio. Su madre habrá vivido
mortificada en educarlas.
—La
verdad es que no.
—¿No?
Acá,
Lady Catherine volvió a juzgar la educación de las señoritas Bennet recurriendo
a la mirada de Emma, quien, a su vez, miraba al señor Knightley pensando: lo ve, no hay nada de inteligente ni
destacable en su querida amiga.
Gracias al cuestionario que estaba haciendo Lady Catherine a la joven, Emma pensaba que podía estar tranquila de que nada se alteraría, al menos por un tiempo, en lo referente a su amistad con el señor Knightley ni en su reducida sociedad.
Gracias al cuestionario que estaba haciendo Lady Catherine a la joven, Emma pensaba que podía estar tranquila de que nada se alteraría, al menos por un tiempo, en lo referente a su amistad con el señor Knightley ni en su reducida sociedad.
—Emma
ha tenido a una de las mejores institutrices del país.
—Casi
una hermana para mí, pero no lamenté haberla perdido.
—Claro
que no, se ha casado con un hombre excelente.
—Así
es, y ella sigue siendo mi gran amiga.
—Por
supuesto. Señorita Bennet, si hubiera conocido a su madre a tiempo no habría
descansado hasta ver que contratara una institutriz para usted y sus hermanas.
—Mi madre la habría escuchado, pero en realidad no creo que hiciera falta; cuando quisimos estudiar
tuvimos los medios para hacerlo, siempre hemos sido aficionadas a la lectura y
tuvimos todos los profesores que necesitamos.
—Lamentable,
muy lamentable. Dígame algo, ¿sus hermanas han sido presentadas en sociedad?
—Así
es.
Emma
miró nuevamente al señor Knightley, que miraba con atención toda la retórica
entre su señoría y la señorita Elizabeth Bennet.
—¿Todas?
—Cada
una.
—Pero
eso no está bien, ¿qué edad tiene la menor de sus hermanas?
—Dieciséis,
señora.
—Dieciséis…,
¿qué pasaría entonces si alguna de las menores fuera considerada en matrimonio
antes que las mayores?
—Particularmente
pienso que no es justo que se sacrifique la felicidad y la vida social de las
hermanas menores por el simple hecho de que las mayores no puedan casarse. Las
que han nacido después tienen tanto derecho a los placeres de la juventud como
la que ha nacido primero[1].
—Tiene
usted mucha resolución para ser tan joven. ¿Qué edad tiene, señorita Bennet?
—Teniendo cuatro hermanas en edades casaderas, espero que comprenda mi reserva en revelar la mía.
—Solo
quería confirmarlo, pero le calculo veinte años.
—¿Qué
opinas tú, Emma? ¿Acaso no entraste en sociedad luego de que Isabella se casó?
Emma
miró fugazmente a su amigo, de cuyo brazo todavía colgaba la señorita en
cuestión. Notó que éste la observaba también con cierto interés en su
respuesta.
—Los
códigos sociales han de ser respetados, Lady Catherine, pero tal vez no sea la
mejor en responder pues no tengo pensado casarme.
—¿Cómo
no?
—En
absoluto. Aunque me gustan las bodas, así como arreglarlas —nuevamente miró
fugaz a su amigo—, creo que no estoy hecha para el matrimonio, prefiero
disfrutar de mi libre albedrío eternamente.
—En tu caso, que eres rica, bella e inteligente, podría perdonar tal tontería, Emma, pero la señorita Bennet, que no tiene las mismas oportunidades que tú, tiene que prepararse, pues en la vida está condenada a casarse o a ser la institutriz de alguna familia. Cuando necesites una postulación, acá estaré a la orden, gracias a mi recomendación cuatro jóvenes se han colocado muy bien.
Desde que se acercó a la reunión Darcy había pensado que su tía estaba exponiendo demasiado a la joven Bennet con su escrutinio, pero hacer el último ofrecimiento era pasarse de la raya. Estaba dispuesto a intervenir en favor de la señorita Bennet, pero ella misma sabía cómo hacerlo.
—En tu caso, que eres rica, bella e inteligente, podría perdonar tal tontería, Emma, pero la señorita Bennet, que no tiene las mismas oportunidades que tú, tiene que prepararse, pues en la vida está condenada a casarse o a ser la institutriz de alguna familia. Cuando necesites una postulación, acá estaré a la orden, gracias a mi recomendación cuatro jóvenes se han colocado muy bien.
Desde que se acercó a la reunión Darcy había pensado que su tía estaba exponiendo demasiado a la joven Bennet con su escrutinio, pero hacer el último ofrecimiento era pasarse de la raya. Estaba dispuesto a intervenir en favor de la señorita Bennet, pero ella misma sabía cómo hacerlo.
—Todavía
me creo capaz de atraer a alguien que por amor quiera hacerme su esposa,
su señoría.
A
Lady Catherine no le agradó el orgullo de la joven, hasta ese momento nadie
nunca le había hablado de ese modo indecoroso, no obstante, cuando se preparaba
para hacer su réplica, fue interrumpida.
—¿Qué
dice? —Su atención había sido requerida por uno de sus mozos—. Bien —levantó la mirada antes de dirigirse a todos—. Ya podemos pasar a cenar.
[1]
Cita del libro Orgullo y Prejuicio.
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