jueves, 3 de octubre de 2019

La soledad de la mujer moderna

A través de mi, momentáneamente cerrada, cuenta Instagram, @ficcionfemenina, he estado dando algunos avances de mi próxima novela (autopublicada) Dame otra cita, Lucía, cuyo argumento sigue el romance entre Luciano Seri, la estrella del fútbol internacional, y Lucía Ortiz, the one that got away, como dice la canción de Katy Perry.
 

Justamente porque será mi próximo lanzamiento he estado leyendo una y otra vez la novela, ya saben, para evitar errores ortográficos, la elemental redundancia en la que caemos los aficionados a la escritura y otro tipo de fallas, como alguna equivocación importante que pueda dañar el argumento. Es así cómo entre lecturas y revisiones he encontrado un diálogo entre Lucía y Luciano, en el que están tratando un tema que últimamente me ha tocado muy de cerca: la soledad en la mujer moderna. En la escena, la pareja está conversando sobre la tía de Lulú, que es una mujer madura que se ha mantenido sin interés romántico por mucho tiempo.


Mientras escribí Dame una cita, Lucía, la novela que precede a DOCL, no le calculé la edad a la tía Gisselle, pero suponiendo que de acuerdo al argumento se embarazó de Andre, otro de los personajes secundarios, cuando tenía diecisiete o dieciocho años, y en la novela el chico tiene dieciocho años cumplidos, quiere decir que su edad ronda entre los treinta y cinco o treinta y seis años, por lo que se deduce que para la segunda parte de la novela (y aquí les doy un scoop de lo que será DOCL) tiene algunos cuarenta y tres o cuarenta y cuatro años. Siendo madre soltera, la tía Gisselle dedicó su juventud al cuidado de su hijo y sobrinas, que quedaron huérfanas de doce y diecisiete años, lo que tal vez la llevó a obviar la parte sentimental durante esos largos años. Ahora bien, ¿por qué el tema de la tía Gisselle me ha tocado como para inspirar un artículo?

 

Tal vez me sienta identificada con el personaje porque, aunque no tengo hijos, estoy recientemente divorciada, en una ciudad (o un país) en la que las posibilidades de encontrar pareja o volver a enamorarme sería una grandísima suerte, por lo que las probabilidades de que unos largos años de soledad, como los de la tía Gisselle, estén por acariciarme me mortifica. ¿Es normal, que las mujeres, que lastimosamente no contamos con veinte años, después del divorcio, no encontremos pareja estable o una oportunidad de amor?

 

Personalmente no volvería a casarme, tal vez por la experiencia que tuve o porque creo que nací para estar libre, pero no creo que el matrimonio sea un garantía de la constancia del afecto entre las parejas. Es la confianza y la demostración de ese afecto, la compañía, el interés y los detalles que importan los que mantienen y fortalecen una relación, no la firma de un papel. Sin embargo sí me gustaría enamorarme una vez más, que sea para siempre, y que esa persona también se enamore con la misma intensidad de mí, pero en esta vida moderna, en la que todos estamos muy ocupados para relacionarnos, cada quien consumido en sus propios proyectos y obligaciones, reduce esa posibilidad, esto sin contar que no quedan hombres en las mismas circunstancias que las mías. Aunque no creo que los hijos sean sustitutos de esa necesidad normal del ser humano de sentirse acompañado y querido por alguien que le complementa, mi gran diferencia con la tía Gisselle es que, aun sin amor, a ella le quedó un hijo producto de su relación, con mi divorcio, yo no obtuve más que años perdidos, los mejores mi vida.

 

En resumen es un futuro complicado e incierto para nosotras, las mujeres divorciadas o madres solteras del mundo contemporáneo que buscamos el afecto en una pareja, lo que resta es conformarnos con la nostalgia de algún amor imposible (como en mi caso) y sobrevivir. Pero en lo que respecta a mi personaje de la tía Gisselle no permitiré que su destino solitario se extienda, a mí me gustan los finales felices y creo que la tía se merece uno.


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