martes, 16 de julio de 2013

Las Galanterías de Mr Darcy



Éste es el año de Orgullo y Prejuicio, se celebran doscientos años desde su primera publicación, alrededor del mundo millones de seguidores de Jane Austen están, algunos, leyendo por primera vez y otros releyendo la novela. También soy una de estas seguidoras. La leí en enero para celebrar el propio día de la publicación y, como me sucede con cada relectura, me sentí motivada para hacer varias publicaciones relacionadas. Una de ellas ésta, que la inspiró el mismísimo Mr Darcy.


Lo que normalmente destaca de Mr Darcy entre los lectores de la novela de Jane Austen, Orgullo y Prejuicio, es el hombre orgulloso cuyos sentimientos se modifican con la negativa de Elizabeth Bennet a su altiva y ofensiva propuesta de matrimonio.
Pero Mr Darcy es más que un hombre orgulloso, en sí es una noble criatura, de sentimientos humildes y profundos, que se preocupa por sus conocidos y los más necesitados. Y, a pesar que luchaba contra el afecto que crecía en él por Elizabeth, sus poco usuales galanterías se ponen de manifiesto en sus interlocuciones con ella para el deleite de todas sus lectoras.
Amo las galanterías de Mr Darcy, galanterías que, con cada relectura de la obra, adquieren un nuevo cariz, y que esta vez, en la celebración de los doscientos años de Orgullo y Prejuicio, motivaron esta entrada.
Darcy expone su soberbia desde la entrada de la obra, en el capítulo III, durante su primer encuentro con Elizabeth, en el baile público de Meryton. A pesar de que había pocas parejas, rehúsa bailar con ninguna de aquellas desconocidas, aun cuando Bingley, su amigo, le sugiere que invitase a Elizabeth.

No está mal, aunque no es lo bastante guapa como para tentarme; y no estoy de humor para hacer caso a las jóvenes que han dado de lado otros. Es mejor que vuelvas con tu pareja y disfrutes de sus sonrisas porque estás malgastando el tiempo conmigo.

Y como castigo divino, la chica que no era lo suficientemente guapa para tentarlo empieza a gustarle, pero, para su mala suerte, Eliza escucha el mal comentario que hace sobre ella durante el baile, lo que implica el nacimiento, comprensible, de su antipatía hacia él, esto, sumado a la aversión general del pueblo que enseguida lo tildó de orgulloso, que ni sus diez mil libras de renta podían salvarle de parecer agradable.
Darcy es un hombre que no puede hacerse sociable fácilmente, por lo que se dedica a observar a Elizabeth en las próximas reuniones. No le hablaba pero la observaba insistentemente. Sus lindos ojos son el primer atributo que le gusta de ella.
Darcy tiene más tiempo de socializar con Elizabeth cuando ella acude en socorro de su hermana, que yacía enferma en Netherfield Park. En las tertulias que se desarrollan en la casa de Bingley, Darcy encuentra más tiempo para observarla y es en ese momento cuando descubre a sus lectoras sus primeras galanterías.
La señorita Bingley estaba siempre al acecho, intentando ridiculizar a Elizabeth, porque sabía que a Darcy le era atractiva, él mismo se lo había confesado, y sabía el efecto que tenían en él sus lindos ojos. Pero sus tretas siempre le funcionaban a la inversa y en vez de atraer su atención hacia sí, lo que hacía era volverla hacia ella. Elizabeth sentía placer en caminar, le gustaba el ejercicio, y cuando su hermana cae en cama por el resfriado que le produce haber asistido a caballo, bajo la lluvia, a la reunión con las hermanas Bingley, acude a ella andando tres millas desde Longbourn hasta Netherfield Park, la residencia de los Bingley, donde se encontraba Jane Bennet. Cuando arriba a la casa, las mejillas de Elizabeth están coloradas y el ruedo de su vestido y sus zapatillas cubiertos en lodo. Caroline Bingley la expone, burlándose de esto, insinuándole a Darcy que ya no le parecerán tan atractivos esos bellos ojos; no obstante Darcy le responde:

En absoluto; con el ejercicio se le pusieron aun más brillantes.

En otra de las mencionadas tertulias, Darcy escribe una carta a su hermana Georgiana, la señorita Bingley inicia su adulación a Darcy convenciendo a Bingley que compre una propiedad cerca de Pemberley, la residencia de Darcy, y que luego la imite; después intenta enviar, en la carta de Darcy, saludos a Georgiana, pero Darcy se excusa reponiendo que será en la próxima misiva. Aun así, Caroline Bingley continúa preguntando la estatura de la chica, Darcy, en un pequeño detalle, pone de manifiesto al lector su preferencia por Elizabeth Bennet al no comparar la estura de la joven con Caroline pero con Elizabeth.

Ahora será de la estatura de la señorita Elizabeth Bennet, o más alta.

En el capítulo X, cuando Darcy se anima nuevamente a invitar a bailar a la señorita Elizabeth Bennet, ella lo
rechaza esperando que sea él quien la desaire entonces. “Desáireme si se atreve”, le dice ella. “No me atrevo, se lo aseguro”, le responde él. Jane Austen explica que había una mezcla de dulzura y malicia en los modales de Eliza que no era capaz de ofender a nadie y que Darcy nunca había estado tan ensismismado con una mujer como lo estaba con ella.
Pero la madre de todas las galanterías sucede cuando Caroline, cansada de la falta de atenciones de Darcy con ella, invita a Elizabeth a dar una vuelta por el salón, extendiéndola también a Darcy, y éste se niega exponiendo serias razones:

Ustedes eligen este modo de pasar el tiempo o porque tienen que hacerse alguna confidencia o para hablar de sus asuntos secretos, o porque saben que paseando lucen mejor su figura; si es por lo primero, al ir con ustedes no haría más que importunarlas; y si es por lo segundo, las puedo admirar mucho mejor sentado junto al fuego.

Escándaloso.
Durante el baile privado de Netherfield Park, en el capítulo XVIII, también se comporta con ella como un perfecto caballero, le asegura que le dirá todo lo que ella desea escuchar e intenta hacerle conversación a pesar de que parece que Darcy no es de los que habla mientras baila. Conserva la calma y responde sus inquietudes con mucha elegancia, aun cuando sus sentimientos estaban en conflicto por la clase de preguntas que impertinentemente Elizabeth le hacía, sobre Wickham y su enemistad con éste, mientras se formaba una idea de su carácter.

Reconozco que las opiniones acerca de mí pueden ser muy diversas; y desearía, señorita Bennet, que no esbozase mi carácter en este momento, porque tengo razones para temer que el resultado no reflejaría la verdad.  

Y, para concluir, aunque violenta, hay que citar la declaración de amor más intensa de la literatura británica:

He luchado en vano. Ya no puedo más. Soy incapaz de contener mis sentimientos. Permítame que le diga que la admiro y la amo apasionadamente.

En la medida que evoluciona la novela, y la relación de Darcy con Elizabeth, los sentimientos de éste se modifican y pasan de la altivez a la galantería, a la serenidad, a la ternura. Me gustan sus galanterías, no son fáciles de detectar en un hombre de su carácter pero cuando aparecen me sorprenden. También me gusta su lado tierno, aunque parece que le habla con dureza a Elizabeth, el verdadero sentido de lo que expresa es dulce y demuestra el cariño que siente por ella. Lo que más aprecio de este personaje, además de su afecto incondional por Elizabeth, es su inteligencia. Excepto cuando se equivocó sobre el afecto de Jane por Bingley, siempre pudo ver detalles que a otros personajes les fueron desapercibidos. Es el héroe ideal. La fantasía del hombre perfecto.

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