domingo, 15 de diciembre de 2019

Baile de invierno - Parte 2



 


La señora Bennet escuchó el rumor de que un tal señor Bingley, con una importante renta anual, se presentaría en el baile.
—Jane, mi preciosa Jane —tomó los bucles de su hija mayor entre los dedos y trató de mejorarlos—, no hay una jovencita más hermosa que tú en toda Inglaterra. Hoy es tu gran noche.
Cuando la señora Bennet hablaba de la “gran noche”, Jane y todas sus hermanas sabían a qué se refería; con cinco hijas, todas casaderas, y sin la posibilidad de heredar la propiedad de la familia en Longbourn al no tener descendiente directo por la línea masculina, conseguirle marido a cada una era su objetivo de vida; el ingenio de la señora Bennet era tal como para enviar caminando, bajo un aguacero, a una importante cena, a su hija mayor, si esto significaba que podía quedarse de invitada en una gran casa con tal de conquistar a su adinerado dueño.
—Escúchame bien. Acabo de saber que esta noche se presentará en este baile un hombre que gana cinco mil libras al año.
—¡¿Qué?! —Se cuestionaron Jane, su hermana menor Lizzy y Charlotte Lucas, su vecina, que había viajado con los Bennet, desde Hertfordshire, para pasar unos días en Kent, hacia donde originalmente se dirigía la familia antes de que se desviaran a Highbury; las chicas, en especial las menores, Lydia y Kitty, estaban desesperadas por asistir a un baile, no habían escuchado de alguno en las posadas en las que se hospedaron en el trayecto del viaje, que también tenía propósitos de esparcimiento, y éste, anónimamente organizado por Emma Woodhouse, cuyos carteles de invitación los habían visto alrededor del camino, representaba una gran opción. En Kent residía el señor Collins, un primo distante del señor Bennet y su heredero oficial, con quien su esposa tenía secretas intenciones de casar con Jane. Sin embargo, con la oportunidad que acababa de presentarse en el baile, transfería sus planes a su segunda hija, Elizabeth.
—¿Viene solo, mamá? —Le preguntó Lizzy, tratando de ocultar una sonrisa, ella era la única de sus hijas capaz de adelantarse a los sentimientos de su madre.
—Aparentemente viene acompañado de su hermana.
—Oh…, es una lástima, esperaba que pudiera tener un hermano igual de afortunado —las chicas soltaron una breve carcajada, Lizzy siempre las hacía reír; a su madre, sin embargo, los sarcasmos de su hija generalmente le pasaban inadvertidos, no obstante era muy consciente de que, entre las cinco, ésta era la indomable.
—Si conseguimos que ese tal señor Bingley se fije en tu hermana, será un alivio para la familia. Iré a advertirle al señor Bennet que debe ofrecerle sus respetos apenas se presente en el baile y que debe entonces presentarlo con ustedes sin pérdida de tiempo.
Aunque sus deseos los había colocado todos sobre Jane, la señora Bennet se complacía con que cualquiera de sus hijas conquistara al desconocido.
Al retirarse la señora Bennet, un par de jóvenes muy hermosas, que hicieron acto de presencia en el baile, se dirigieron directamente hacia donde estaban las hermanas mayores Bennet y su amiga Charlotte. Las hermanas Dashwood también estaban de paso por Highbury, viajaban a Londres con su vecina, la señora Jennings, que se había detenido en el pueblo por unos días para saludar a una vieja conocida suya, la señora Goddard. Había sido cuestiones del azar que la tarde anterior todas hubieran coincidido en la tienda de Ford, que intercambiaran opiniones sobre muselinas y que ello bastara para que no quisieran separarse e hicieran planes para encontrarse en el baile.
En la opinión de Lizzy, Elinor y Marianne eran dos jóvenes encantadoras, desde la tarde anterior estableció lazos con la alegre y espontánea Marianne, sin embargo la prudente y reservada Elinor no le desagradó, el juicio era lo que la determinada, y Lizzy consideraba que siempre hacía falta alguien con esas características en un grupo de amigas.
No pasó mucho tiempo sin que las jóvenes fueran invitadas a bailar, sin embargo ninguna la estaba pasando tan bien como Marianne, que había sido seducida por los encantos de un apuesto joven, que se había presentado como John Willoughby. Para las demás, en especial para las hermanas Bennet menores, nada había superado el baile que la presencia de un regimiento, que raramente pasaba por el pueblo; Lydia y Kitty estaban felices de admiración hacia los casacas rojas, quienes, ensalzadas por estos, muy poco se alejaron de la pista de baile, mientras que Mary solo encontró entretenimiento en el piano, las pocas veces que la dejaron tocar. A Elinor le pareció imprudente la conducta de las dos chicas Bennet, en silenció rezó por que cuando creciera un poco más, su hermana Margaret no incurriera en tan vergonzoso error; no obstante, prefirió reservarse su parecer a las hermanas Bennet mayores, que eran muy distintas a las menores, inteligentes y muy juiciosas, y que en este momento también habían ido a formar parte del cuadro de baile, mientras ella se acercó a una vieja conocida con la que no esperó encontrarse en un baile tan lejos de casa.

Continúa... 

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