En caso de que el lector no lo sepa, Orgullo y Prejuicio ha sido mi novela predilecta desde que me enamoré de Jane Austen y de Fitzwilliam Darcy. Sí, ya lo sé, soy un cliché andante, a todas las chicas nos gusta O&P, ¿qué tan especial soy? Nada, pero estoy muy feliz de no serlo porque amo esta novela.
Orgullo y Prejuicio es la novela clásica de Jane Austen, llena de diálogos y momentos que todos sus lectores disfrutamos y atesoramos, pero para cada quien hay uno en especial y hoy vengo a contarles cuál es el mío.
Cuando leo novelas de romance disfruto un mundo el suspenso que se teje alrededor de si el amor del narrador de la historia será o no correspondido, me gusta sufrir con la protagonista este momento, saber si finalmente el héroe le confesará que la ama. En Orgullo y Prejuicio esto sucede alrededor del capítulo 53, cuando Darcy vuelve a Longbourn y Elizabeth no tiene idea de en qué situación sentimental ha vuelto.
Su asombro ante la venida de Darcy a Netherfield, a Longourn, buscándola de nuevo voluntariamente, era casi igual al que experimentó al verlo tan cambiado en Derbyshire.
Darcy vuelve tan ensimismado como era antes de que le viera en Pemberley, y todo el mundo sabe del cambio operado en Darcy luego de que Elizabeth rechaza su propuesta de matrimonio y de cómo es su reencuentro con ella, servicial y afable. Pero ahora parece haber sufrido un retroceso, Elizabeth se siente insegura acerca de él pues él ni siquiera hace el intento de buscarla, por lo que cree, aunque guarda una esperanza, que sus sentimientos por ella han variado.
No estaba sentado al lado de Elizabeth, y acaso se debía a esto su silencio; pero no estaba así en Derbyshire. Allí, cuando no podía hablarle a ella hablaba con sus amigos; pero ahora pasaron varios minutos sin que se le oyera la voz, y cuando Elizabeth, incapaz de contener la curiosidad, alzaba la vista hacia él, le encontraba con más frecuencia mirando a Jane que a ella, y a menudo mirando solo al suelo. Parecía más pensativo y menos deseoso de agradar que en su último encuentro. Elizabeth estaba decepcionada y disgustada consigo misma por ello.
Afortunadamente, en las novelas de Jane Austen, muchas situaciones se resuelven con un partido de whist y una reunión con muchos amigos. Bingley es invitado nuevamente a Longbourn, con Darcy, por supuesto, cómo dejarlo afuera de una cena entre conocidos, habría sido una completa descortesía de la señora Bennet, aunque le cayera pesado, y por fin Elizabeth logra hablar con él; no obstante son nuevamente separados.
En toda la novela este es mi pasaje favorito, me gusta el suspenso, la ansiedad de Elizabeth por reunirse con Darcy, por tantear sus sentimientos, y me encanta cómo Austen maneja la situación, recreando un perfecto escenario que propicia la expectativa y la decepción al mismo tiempo pues nuestra Lizzy no consigue sino intercambiar unas pocas palabras con él, que Jane (Austen) resuelve con un juego de miradas y la torpeza propia del enamoramiento.
Toda la tarde estuvieron confinados en mesas diferentes, pero los ojos de Darcy se volvían tan a menudo donde ella estaba, que tanto el uno como el otro perdieron todas las partidas.
Son muchos los pasajes que atesoro de esta novela, sé que para la mayoría la declaración de Darcy es la más especial, pero para mí es esta parte; me gusta el nerviosismo de Elizabeth mientras sirve el café, la curiosidad que Darcy intenta disimular y que de alguna manera le da a entender a ella que sigue tan enamorado como desde que se declaró o (para el lector) desde que la estudiaba en aquellas reuniones al inicio de la obra (que es otra por la que me muero). Ahora bien, relatado esto, ¿cuál es el pasaje favorito de ustedes?
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