Esta tarde vengo a hablarles de mi prejuicio de lectora.
Por
alguna razón, soy excesivamente selectiva con las
películas que miro y los libros que leo, ya he mencionado antes, acá en el blog, mi
cansancio de las novelas románticas, muchas de ellas tan repetidas que no
ofrecen algo refrescante al género; sin embargo tampoco le doy demasiada
oportunidad a otro tipo de lecturas; aun así, sabía que llegaría el día que
dejaría los prejuicios a un lado y leería a una de las autoras más importante
de nuestro tiempo: Annelies Marie Frank.

Antes no había tomado El
Diario de Ana Frank porque me había formado un prejuicio al respecto tras
ver películas sobre la ocupación nazi, pensaba que al leerlo me integraría a un
mundo en el que prevalecería el horror del genocidio, la miseria y la
injusticia de la guerra, pero Annelies me ha sorprendido con sus vivencias y la
complejidad de sus sentimientos, que no son todos
sobre su condición de judía escondida, sino de una
chica de trece y catorce años que desgraciadamente no se
vuelve adulta, pero cuya madurez es tal que será siempre un ejemplo para las
jóvenes de nuestro tiempo y la humanidad.

Ahora bien, me ha llamado la atención, de acuerdo a los documentales sobre Anne Frank que he visto, que lo que ha captado el interés de otros lectores ha sido la curiosidad por lo que pudiera contar una jovencita sobre el horror del holocausto, yo he tomado el libro porque sentía que era algo así como una asignatura pendiente y que debía leerlo, pero el mío ha sido cautivado por ese
lado tan íntimo y femenino que ha dejado plasmado en sus páginas. Me he sentido
admirada e impresionada de las introspecciones de esta chiquilla, que comienza
teniendo trece años y a la que luego vemos cumpliendo quince, y que, como cualquier
adolescente, siente dudas, quiere explorar su sexualidad y se enamora --justo aquí
fue donde se derrumbaron todos mis prejuicios de lectora--, algo que de verdad no me esperé. Como ya he expuesto, me había hecho la idea de que leería informaciones sobre el momento político de aquellos años (1942-1945), que tal vez sería una narrativa pesada, puesto que me hacía leyendo sobre fusilamientos o campos de concentración, pero no fue nada relacionado con mis expectativas, me encontré con una lectura ligera, y con unas reflexiones que ya hubiera querido tener a mis veinte. Siempre que veo una película y más que todo cuando leo un libro trato de ponerme en el lugar del narrador, y, en este caso, más allá de lo que sucediera afuera de la casa de atrás, tenía que ser demasiado incómodo el
día a día de una adolescente que no podía ver la luz del sol, que carecía de privacidad, que estaba rodeada de adultos y las únicas personas jóvenes eran su hermana,
con la que rivalizaba un poco por la preferencia del afecto de sus padres, y
Peter, el hijo de la otra familia que estaba oculta con los Frank. Pero Ana era
una jovencita admirable que, aunque inquieta, la rebeldía propia de su edad, sabía muy
bien lo que quería y hacia dónde quería llegar. A los catorce ya sabía que no
quería ser ama de casa como su mamá o la señora Van Daan, sino que quería ser periodista y escritora, muchos de
nosotros, a los cuarentiún años, todavía no sabemos lo que queremos.

Tampoco me esperé que hubiera escenas de amor en este
diario. Como mujer, y no que el amor de pareja lo signifique todo, pero me dio gusto
saber que ella pudiera experimentar lo del primer amor y que se identificara
con esa persona, un solitario como ella, en la que pudiera confiar tantos sentimientos
que la afectaban estando confinada, incomprendida y sola.
Para cerrar, no voy a negar que mientras leía este
importante testimonio sobre el holocausto me he preguntado, como tantos otros lectores, si
la verdadera Ana Frank habrá existido y si este diario no ha sido producto
de la imaginación de alguien, quizá del mismo Otto Frank, que, con las post guerra,
hubiera querido llamar la atención o sacar ventaja de tal experiencia, pero cuando he llegado al final, me he convencido de que no es así. Ana Frank
existió, ahora es libre y aún vive gracias al valioso legado que nos dejó.
Citas del libro:
El ser humano pude sentirse solo a pesar del amor de muchos,
porque para nadie es realmente “el más querido”.
Por qué sueño y pienso siempre en las peores cosas y
quisiera ponerme a gritar de tanto miedo que tengo.
Porque a pesar de todo, no confío lo suficientemente en
Dios.
Para mí este diario tiene valor, ya que a menudo se ha
convertido en el libro de mis memorias.
¿Acaso el género humano es tan tremendamente egoísta y avaro
en su mayoría?
¡Cuánto me gustaría poder seguir comportándome como una
chica de mi edad!
Y estoy convencida de que la naturaleza es capaz de paliar
muchas cosas terribles, pese a todo el horror.
¡Qué idiotas y estúpidos son los mayores!
El amor es comprender a una persona, quererla compartir con ella
la dicha y la desdicha.
Kitty, soy como una enamorada que no habla más que de su
amor.
Pienso mucho, pero digo poco.
¿Quién será el primero en descubrir mi coraza y perforarla?
No quiero admiradores sino amigos.
¿Qué importaría que no me quedaran sino unas pocas personas?
Pocas, pero sinceras.
Pese a todo, en 1942 tampoco era enteramente feliz.
Veo mi vida de niña hasta el año nuevo de 1944 como bajo una
lupa muy potente.
Dejé de ser tan niña, me empezaron a tratar más como a una
adulta.
En esos momento nos pienso en la desgracia, sino en todas
las cosas bellas que aún quedan.
Piensa en todas las cosas bellas que hay dentro de ti y a tu
alrededor, y sé feliz.
Creo que toda desgracia va acompañada de una cosa bella.
El que es feliz hace feliz a los demás.
El que tiene valor y fe, nunca estará sumido en la
desgracia.
Lo que más echo de menos es la naturaleza y algún lugar en
el que pueda estar sola todo el tiempo que quiera.
¿Cuándo saldré de esta maraña de pensamientos? ¿Cuándo
volverá a haber paz y tranquilidad dentro de mí?
¡Ojalá toda esta porquería de guerra se acabe pronto!
Nadie debe saber que dentro de mí se sigue librando una
batalla: una batalla entre mis deseos y la razón.
No es asunto nuestro criticar a quienes nos protegen.
Quienes no escriben no saben lo bonito que es escribir.
Y si llego a no tener talento para escribir en los
periódicos o para escribir libros, pues bien, siempre me queda la opción de
escribir para mí misma.
¡Quiero seguir viviendo , aún después de muerta!
Cuando escribo se me pasa todo, mis penas desaparecen, mi
valentía revive.
Pero entonces surge la gran pregunta: podré escribir algo
grande algún día? ¿Llegaré algún día a ser periodista y escritora?
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