Hola amigos,
Como es costumbre,
cuando hay alguna novedad vengo a comentárselas acá en el blog. Por desgracia
no se trata de una nueva novela, pero sí de la nueva imagen de una clásica que
cumple su segundo aniversario desde su primera publicación en febrero de 2016, mi
primera bebé, Quinceañera, a la que le he mejorado la portada (o eso
espero).
Para los que no la conocen, Quinceañera es una novela
romántica-juvenil, sobre ese dilema que se le presenta a todas las chicas por
cumplir quince años, ¿celebrarlos o no?, así como otras inseguridades propias de
la edad. Es una novela que ha tenido buena receptividad y que sigue estando
gratis en Amazon. NO DEJES DE DESCARGARLA QUE NO CUESTA NADA.
Por lo demás, aunque ya
hay un artículo previo (que no está editado), les dejo el capítulo uno para
que se animen a leerla, si les gusta.
Prefacio
¿Estabas celosa?
¿Celosa?
Sí, celosa.
Nunca he estado celosa.
Vamos, Bi, admítelo, estabas celosa.
¿De qué?
Tú sabes.
No, no sé.
De lo que le dije a Valentina.
¿De ti?
De que no estaba pidiéndote a ti lo que estaba
pidiéndole a ella.
Vete a la M…, Óliver.
Capítulo 1
Cuenta regresiva para la Quinceañera de Vi
Menos cuatro semanas
—Buenas noches, buenas noches…
La
pequeña y delgada mujer dejó su abrigo en el perchero y caminó hacia nosotros.
Su cabello era un desastre, usaba grandes gafas y un maquillaje medio
chorreado. Toda ella me recordaba mucho a la Miss Geist de Clueless.
—¿Cuántos estamos, Valentina? —Preguntó, aunque nos contó
ella misma—:
Seis niñas y cuatro niños. El vals es en pareja (mujer-hombre), querida,
¿quiénes quedan fuera?
Quería
ser yo quien quedara fuera de esta tontería de quinceañera pero sabía que
Valentina no me echaría de su coreografía.
—Porque no me hace gracia —continuó la señorita andando
rápido sobre sus tacones— ver dos niñas bailando juntas en la
coreografía. Eso es muy de primaria y no estamos en un Pride Parade; ¿o sí, querida?
—Señorita Estella, en realidad somos doce —explicó Valentina—, Tom, mi chambelán, está aparcando su auto, y tengo a este otro cretino,
pero no sé por qué no está aquí aún.
—Los chambelanes los asigno yo, querida, y no
me hace gracia la impuntualidad, dejemos esto claro, quedamos a las seis y
cuarto y son las seis con dieciocho; ¿cómo es que no están aquí estos
personajes?
—Espéreme un momento…
Valentina sacó su iPhone y marcó.
—¿Dónde rayos estás, Óliver…? ¿En tu qué…?
Mueve tu trasero hasta acá, me faltas para completar la cuadrilla... Claro que
lo tengo, pero necesito otro chambelán, ¿quién crees que bailará con Bianca?
—¡Hey! ¡Hey! ¡Hey! —salté—. Espera un momento, ¿quién dice que voy a
bailar con él?
Era
obvio que me correspondía bailar con él, todas las demás chicas de la cuadrilla
tenían novio y estos novios serían sus parejas en la coreografía (aunque
aparentemente la señorita Estella tenía otros planes). Estaba enganchada a
Óliver, a menos que él definiera no participar, y con esto, en realidad, estaba
haciéndome un favor, porque a mí no me hacía gracia bailar un ridículo vals de
Chayanne delante de cien personas, ni encontraba fascinación en maquillarme ni
en arreglarme el cabello ni en usar tacones.
Óliver
realmente estaba haciéndome un favor al no venir.
—Eres insoportable, Óliver. ¿Sabes qué?, no te
necesito y ella tampoco.
—¡Yey! ¡Así se habla, Vi! —vociferé.
—Bye —enfatizó el cierre de la llamada, exagerando
la presión de la techa end.
Estaba
fuera de la quinceañera. No podía creerlo. Estaba fuera. Qué alivio sentí en mi
pecho, el día de los quince años de mi mejor amiga iba a estar relajada,
sentada en una mesa con mi madre, disfrutando del espectáculo y no formando
parte de éste. Qué regocijo sentí en mi alma. Estaba bailando, brincando en un
pie, hasta que mi mirada se encontró con la de ella. Valentina no cedería así
de fácil, la falta de un chambelán era el fin de su mundo.
—Me quedaré y memorizaré todos los pasos —le dije, aunque no
encontraba la manera de disimular esa sonrisa victoriosa que se empeñaba en
dibujarse sobre mis labios—. No te sientas mal, yo no me siento mal,
estoy muy feliz por ti. ¡Tu coreografía quedará preciosa!
—Pero tú no estarás en ella, Bi.
—Te prometo que estaré ahí, con la señorita
Estella, cuidando cada mínimo detalle. Sabes que me gusta más el backstage que
ser el centro del show.
—Pero eres mi mejor amiga, te necesito en mi
coreografía.
¡Agh!
No encontraba las palabras adecuadas para hacerle entender que su desdicha era
mi felicidad.
—¡Ya sé…!
Oh, no.
—Llamaré a Rubén.
—¿A Rubén?
—Claro, Rubén estará encantado de ser tu
chambelán.
—Por Dios, Valentina, Rubén mide un metro
cincuenta y es el chico más torpe de la escuela. Me veré ridícula junto a él.
—Es nuestra única alternativa.
Quería
matar a Óliver. ¡Matarlo!
—Buenas noches.
—¡Tom…!
Valentina
dio tres zancadas hasta colgarse del cuello de su novio.
—¿Qué sucede, Tesoro?
—Bi no tiene chambelán, Vida.
Sentí
su mirada compasiva en mí. Empezaba a sentirme como un caso de caridad.
—Sabes que puedo llamar a mi primo, Tesoro, ya
hemos hablado de esto.
—¿Lo crees?
—Esperen, esperen… ¿qué primo? —pregunté espantada.
—Te agradará mucho, Bi. Tom piensa que tú y él
harían muy bonita pareja.
—No he dicho eso —le dijo a su novia—, pero en este caso, es perfecto para ti,
Bianca.
¡Ahhhhhh!
—Rubén será mi chambelán —determiné.
—No. Será Esteban.
—Valentina, no
conozco a ningún Esteban y no pienso
bailar con un desconocido para quien seré, además, un caso de caridad.
Olvídalo. Mi pareja será Rubén.
—Te verás ridícula con Rubén, Bi, y estará
mirándote el busto todo el tiempo, sabes que ahí le dan los ojos.
Oh,
por Dios, había olvidado esto. ¡Qué asco! Realmente era un caso de caridad.
—Espera un momento —solicité, me alejé a un rincón del gimnasio y
marqué su número.
—Veo que me necesitas —contestó.
—Mueve tu trasero hasta aquí —le dije con autoridad, robando las palabras de mi amiga.
—¿Por qué?
—Porque estoy siendo el caso de caridad de
Valentina y Tom, y si no vienes, Rubén tomará… —quise decir “tu lugar” pero pensé que no era
recomendable ensalzarlo a este estatus tan rápidamente— el puesto de chambelán y
estará mirándome el busto todo el tiempo.
Óliver
rompió en una carcajada.
—Es porque tienes un bonito busto.
—¿Un
qué?
Me
espanté.
—Tranquila, no soy un creepy como Rubén.
—Eres peor, Óliver.
—No lo soy.
—¿Vendrás?
—¿Hoy?
—Sí.
—No lo creo.
—¿Por favor?
—Entonces sí
quieres que sea tu chambelán.
—No.
—No iré.
—Estoy resignada
a que seas mi chambelán —corregí.
—¿Por qué te molestaste el viernes?
—¿Otra vez con lo mismo?
—Nunca te había visto enojada y siempre le he
dicho muchas tonterías a tu amiga.
Nunca
me enojé, o tal vez sí, pero fue de lo pesado que estaba con Valentina.
El
viernes, cuando estábamos en la clase de Geografía, Ol retomó su tópico
favorito: molestar a Valentina con lo que
fuera; le dijo cerca de treinta veces que él sería mejor chambelán que Tom,
mejor bailarín que Tom, mejor novio que Tom, y Valentina, en vez de aclararle
cómo estaban las cosas, lo que hizo fue contradecirlo y estimular la discusión.
Fue un aburrido tira y encoge, y lo más grave era que yo estaba allí, en el
medio, como espectadora de un largo partido de tenis, siguiendo la bola de un
lado a otro, hasta que me harté e hice lo que Valentina debió desde un
principio, ponerlo en su lugar. Match-point.
—Valentina tiene novio —le aclaré nuevamente— y quiere que su novio sea su chambelán. ¿De dónde sacas que iba a
preferirte sobre él?
—A mí sólo me gusta molestarla, llevó años
haciéndolo además, es mi rutina y lo sabes. Tú, ¿de qué te enfadaste?
—Del ruido que me hacía tu voz —dije para no contrariarlo y cerrar este tema para siempre.
—No creo. Estabas celosa porque a ti nunca he
dirigido las atenciones que he tenido con ella, ves que Valentina tiene novio
ahora y consideras que ya es tu turno conmigo.
—Deberías empezar a escribir una novela.
—¿Me equivoqué?
—Sí. Adiós, Óliver.
—Te
veo mañana.
Sentí
su exagerada confianza en sí mismo a través del teléfono.
—No te molestes en hablarme.
—¿Por qué?
—Eres insoportable.
—Soy irresistible.
No reí.
—¿De verdad me necesitas ahí? —dijo en un tono más
compasivo.
—Tanto que tuve que venir a llamarte.
—Pero hoy no iré. Hagámosla sufrir por una
noche.
—Es mi mejor amiga, Óliver.
—Pero me guardarás el secreto, ¿verdad que sí?
—Adiós, Óliver.
—¿Lo dices de verdad esta vez?
—No puedo seguirte.
—Ya te despediste hace rato.
—No dejas de hacerme conversación, por eso no
he colgado.
—No, es porque te gusta hablar conmigo.
—¿Cómo lo supiste?
—Te veo mañana —señaló
riendo—, cómo es que le dice,
¿tesoro?
—Sí —dije riendo en complicidad.
—Te veo mañana, Tesoro.
—Hasta
mañana, Vida —repuse siguiéndole el juego,
imitando a Valentina.
—Todo resuelto, Bi —Valentina había venido hasta donde yo estaba—. Esteban viene en camino.
No quiero creepies en mi cuadrilla.
—Pero, Valentina…
—¿Quién es Esteban?
—¿Sigues
aquí?
Con
la interrupción de Valentina había olvidado cerrar mi conversación con Óliver.
—Sí.
—Nada de peros, Bi, te quiero en mi
coreografía. No te perderé por nada ni por nadie —dijo y regresó al centro del gimnasio, donde
estaban las demás compañeras de la cuadrilla en un pleito con la señorita
Estella.
—¿Me salió competencia?
—No estás compitiendo por mí.
—Es verdad. ¿Quién es Esteban?
—El primo de Tom.
—¿Dos
Metros Esteban?
—¿Quién es Dos Metros Esteban?
—El primo de Tom.
—Ah, qué inteligente. ¿Lo conoces?
—Algo. Están por firmarlo en el baloncesto
profesional.
—¿Sí?
—Sí.
—¡Wow!
—Ya no me necesitas, veo.
—No lo sé —dije mordiendo una uña—. Dos Metros Esteban no
suena tan mal y quien sea es mejor que Creepy Rubén.
Óliver
rió.
—No. Sabes qué, Ol, prefiero que me acompañe
alguien conocido en este estúpido baile, que otro a quien nunca he visto en mi
vida, si no te molesta.
—No me molesta.
—Entonces, ¿te veré mañana?
—Cuenta conmigo.
—¡Hey!, señorita Caso De Caridad, ¿viene al
ensayo o no?
—Debo dejarte, Ol, la señorita Estella es casi
un sargento.
—Buena
suerte.
—Gracias.
Tuve
el errado concepto de que la señorita Estella proyectaría en una maqueta la
idea del baile, que ilustraría en una presentación ppt, o un video de YouTube,
la coreografía, pero no, sin más dilación, procedió a constituir las parejas
(habían muchachitas pataleando porque las habían separado de sus novios) y a
demostrar los primeros pasos. Y me hizo ensayar con el grupo, sola.
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