Como he anunciado en dos artículos anteriores, hace poco tiempo se me ocurrió una historia con la que quería jugar, algo con que distraerme después, pero en la medida que fui escribiéndola, fueron apareciendo nuevos momentos que tenía que apuntar o los olvidaría, y terminé escribiéndola completa y revisándola hasta publicarla.
La historia es acerca de esta niña de casi quince años, Bianca, quien está obligada, por ese título de "Mejor Amiga", a participar en la cuadrilla de Valentina para su próxima quinceañera; para esto, por supuesto, deberá bailar con este molesto, arrogante, medio patán, chico, que ha estado, a su vez, supuestamente enamorado de la quinceañera en cuestión. Sin embargo, en la medida que se dan los ensayos, Bianca va descubriendo en él a un muchacho compasivo que la hará cuestionarse lo que tanto ha tratado de evitar y se juró mantener a raya, el tema de los novios.
Básicamente es la historia del primer amor, ese primer dulce e inesperado —o eso fue lo intenté hacer—, que te hace revolver el estómago y te mantiene en una constante nube; ideal, además, para leer este próximo San Valentín.
Acá dejo una muestra, y lo demás continúa en Amazon Quinceañera (Spanish Edition) Kindle Edition.
Prefacio
¿Estabas celosa?
¿Celosa?
Sí, celosa.
Nunca he estado
celosa.
Vamos, Bi, admítelo,
estabas celosa.
¿De qué?
Tú sabes.
No, no sé.
De lo que le dije a
Valentina.
¿De ti?
De que no estaba pidiéndote
a ti lo que estaba pidiéndole a ella.
Vete a la M…,
Óliver.
Capítulo 1
Cuenta regresiva
para la Quinceañera de Vi
Menos cuatro
semanas
—Buenas noches, buenas noches…
La pequeña y delgada mujer dejó su abrigo en el
perchero y caminó hasta nosotros. Su cabello era un desastre, usaba grandes
gafas y un maquillaje medio chorreado. Toda ella me recordaba mucho a la Miss
Geist de Clueless.
—¿Cuántos estamos, Valentina? —preguntó, aunque
nos contó ella misma—: Seis niñas y cuatro niños. El vals es en pareja (mujer-hombre),
querida, ¿quiénes quedan fuera?
Quería ser yo quien quedara fuera de esta tontería de quinceañera
pero sabía que Valentina no me echaría de su coreografía.
—Porque no me hace gracia —continuó la
señorita andando rápido sobre sus tacones— ver dos niñas
bailando juntas en la coreografía. Eso es muy de primaria y no estamos en un Pride Parade; ¿o sí, querida?
—Señorita Estella, en realidad somos doce —explicó
Valentina—, Tom, mi chambelán, está
aparcando su auto, y tengo a este otro cretino, pero no sé por qué no está aquí
aún.
—Los chambelanes los asigno yo, querida, y no me hace gracia la
impuntualidad, dejemos esto claro, quedamos a las seis y cuarto y son las seis
con dieciocho; ¿cómo es que no están aquí estos personajes?
—Espéreme un momento…
Valentina
sacó su iPhone y marcó.
—¿Dónde rayos estás, Óliver…? ¿En tu qué…? Mueve tu trasero hasta acá, me
faltas para completar la cuadrilla... Claro que lo tengo, pero necesito otro chambelán.
¿Quién crees que bailará con Bianca?
—¡Hey! ¡Hey! ¡Hey! —salté—. Espera un momento, ¿quién dice que voy a bailar con él?
Era obvio que me correspondía bailar con él, todas las
demás chicas de la cuadrilla tenían novio y estos novios serían sus parejas en
la coreografía (aunque, aparentemente, la señorita Estella tenía otros planes).
Estaba enganchada a Óliver, a menos que él definiera no participar, y con esto,
en realidad, estaba haciéndome un favor, porque a mí no me hacía gracia bailar
un ridículo vals de Chayanne delante de cien personas, ni encontraba fascinación
en maquillarme ni en arreglarme el cabello ni en usar tacones.
Óliver realmente estaba haciéndome un favor al no venir.
—Eres insoportable, Óliver. ¿Sabes qué?, no te necesito y ella tampoco.
—¡Yey! ¡Así se habla, Vi! —vociferé.
—Bye —dijo enfatizando el cierre de la llamada.
Estaba fuera de la quinceañera. No podía creerlo, estaba
fuera. Qué alivio sentí en mi pecho, el día de los quince años de mi mejor
amiga iba a estar relajada, sentada en una mesa con mi madre, disfrutando del
espectáculo y no formando parte de éste. Qué regocijo sentí en mi alma. Estaba
bailando, brincando en un pie, hasta que mi mirada se encontró con la de ella.
Valentina no cedería así de fácil, la falta de un chambelán era el fin de su
mundo.
—Me quedaré y memorizaré todos los pasos —le dije,
aunque no encontraba la manera de disimular esa sonrisa victoriosa que se
empeñaba en dibujarse sobre mis labios—. No te sientas
mal, yo no me siento mal, estoy muy feliz por ti. ¡Tu coreografía quedará
preciosa!
—Pero tú no estarás en ella, Bi.
—Te prometo que estaré ahí, con la señorita Estella, cuidando cada mínimo
detalle. Sabes que me gusta más el backstage que ser el centro del show.
—Pero eres mi mejor amiga, te necesito en mi coreografía.
¡Agh! No encontraba las palabras adecuadas para hacerle
entender que su desdicha era mi felicidad.
—Ya sé…
Oh, no.
—Llamaré a Rubén.
—¿A Rubén?
—Claro, Rubén estará encantado de ser tu chambelán.
—Por Dios, Valentina, Rubén mide un metro cincuenta y es el chico más
torpe de la escuela. Me veré ridícula junto a él.
—Es nuestra única alternativa.
Quería matar a Óliver. ¡Matarlo!
—Buenas noches.
—¡Tom…!
Valentina dio tres zancadas hasta colgarse del cuello
de su novio.
—¿Qué sucede, Tesoro?
—Bi no tiene chambelán, Vida.
Sentí su mirada compasiva en mí. Empezaba a sentirme
como un caso de caridad.
—Sabes que puedo llamar a mi primo, Tesoro, ya hemos hablado de esto.
—¿Lo crees?
—Esperen, esperen… ¿qué primo? —pregunté
espantada.
—Te agradará mucho, Bi. Tom piensa que tú y él harían muy bonita pareja.
—No he dicho eso —le dijo a su novia—, pero en este caso, es perfecto para ti, Bianca.
¡Ahhhhhh!
—Rubén será mi chambelán —determiné.
—No. Será Esteban.
—Valentina, no conozco a ningún
Esteban y no pienso bailar con un
desconocido para quien seré, además, un caso de caridad. Olvídalo. Mi pareja
será Rubén.
—Te verás ridícula con Rubén, Bi, y estará mirándote el busto todo el
tiempo, sabes que ahí le dan los ojos.
Oh, por Dios, había olvidado esto. ¡Qué asco!
Realmente era un caso de caridad.
—Espera un momento —solicité, me alejé a un rincón del gimnasio y marqué su número.
—Veo que me necesitas —contestó.
—Mueve tu trasero hasta aquí —le dije con autoridad, robando las palabras de mi amiga.
—¿Por qué?
—Porque estoy siendo el caso de caridad de Valentina y Tom, y si no
vienes, Rubén tomará… —quise decir “tu lugar” pero pensé que no era recomendable ensalzarlo a
este estatus tan rápidamente— el puesto de chambelán y estará
mirándome el busto todo el tiempo.
Óliver rompió en una carcajada.
—Es porque tienes un bonito busto.
—¿Un qué?
Me espanté.
—Tranquila, no soy un creepy como Rubén.
—Eres peor, Óliver.
—No lo soy.
—¿Vendrás?
—¿Hoy?
—Sí.
—No lo creo.
—¿Por favor?
—Entonces sí quieres que sea tu
chambelán.
—No.
—No iré.
—Estoy resignada a que seas mi
chambelán —corregí.
—¿Por qué te molestaste el viernes?
—¿Otra vez con lo mismo?
—Nunca te había visto enojada y siempre le he dicho muchas tonterías a tu
amiga.
Nunca me enojé, o tal vez sí, pero fue de lo pesado
que estaba con Valentina.
El viernes, cuando estábamos en la clase de Geografía,
Ol retomó su tópico favorito: molestar a
Valentina con lo que fuera; le dijo cerca de treinta veces que él sería
mejor chambelán que Tom, mejor bailarín que Tom, mejor novio que Tom, y
Valentina, en vez de aclararle cómo estaban las cosas, lo que hizo fue
contradecirlo y estimular la discusión. Fue un aburrido tira y dame, y lo más
grave era que yo estaba allí, en el medio, como espectadora de un largo partido
de tenis, siguiendo la bola de un lado a otro, hasta que me harté e hice lo que
Valentina debió desde un principio, ponerlo en su lugar. Match-point.
—Valentina tiene novio —le aclaré nuevamente— y quiere que su novio sea su chambelán. ¿De dónde sacas que te iba
a preferir sobre él?
—A mí sólo me gusta molestarla, llevó años haciéndolo además, es mi
rutina y lo sabes. Tú, ¿de qué te enfadaste?
—Del ruido que me hacía tu voz —dije para no contrariarlo y cerrar este
tema para siempre.
—No creo. Estabas celosa porque a ti nunca he dirigido las atenciones que
he tenido con ella, ves que Valentina tiene novio ahora y consideras que ya es
tu turno conmigo.
—Deberías empezar a escribir una novela.
—¿Me equivoqué?
—Sí. Adiós, Óliver.
—Te veo mañana.
Sentí su exagerada confianza en sí mismo a través del
teléfono.
—No te molestes en hablarme.
—¿Por qué?
—Eres insoportable.
—Soy irresistible.
No
reí.
—¿De verdad me necesitas ahí? —dijo en un tono más
compasivo.
—Tanto que tuve que venir a llamarte.
—Pero hoy no iré. Hagámosla sufrir por una noche.
—Es mi mejor amiga, Óliver.
—Pero me guardarás el secreto, ¿verdad que sí?
—Adiós, Óliver.
—¿Lo dices de verdad esta vez?
—No puedo seguirte.
—Ya te despediste hace rato.
—No dejas de hacerme conversación, por eso no he colgado.
—No, es porque te gusta hablar conmigo.
—¿Cómo lo supiste?
—Te veo mañana —señaló
riendo—, cómo es que le dice, ¿tesoro?
—Sí —dije riendo en complicidad.
—Te veo mañana, Tesoro.
—Hasta mañana, Vida —repuse
siguiéndole el juego.
—Todo resuelto, Bi —Valentina había venido hasta donde yo estaba—. Esteban viene en camino. No quiero creepies en mi cuadrilla.
—Pero, Valentina…
—¿Quién es Esteban?
—¿Sigues aquí?
Con la interrupción de Valentina había olvidado cerrar
mi conversación con Óliver.
—Sí.
—Nada de peros, Bi, te quiero en mi coreografía. No te perderé por nada
ni por nadie —dijo y regresó al centro del gimnasio, donde estaban las demás compañeras
de la cuadrilla en un pleito con la señorita Estella.
—¿Me salió competencia?
—No estás compitiendo por mí.
—Es verdad. ¿Quién es Esteban?
—El primo de Tom.
—¿Dos Metros Esteban?
—¿Quién es Dos Metros Esteban?
—El primo de Tom.
—Ah, qué inteligente. ¿Lo conoces?
—Algo. Están por firmarlo en el baloncesto profesional.
—¿Sí?
—Sí.
—¡Wow!
—Ya no me necesitas, veo.
—No lo sé —dije mordiendo una uña—. Dos Metros Esteban no
suena tan mal y quien sea es mejor que Creepy Rubén.
Óliver rió.
—No. Sabes qué, Ol, prefiero que me sujete alguien conocido en este
estúpido baile, que otro a quien nunca he visto en mi vida, si no te molesta.
—No me molesta.
—Entonces, ¿te veré mañana?
—Cuenta conmigo.
—¡Hey!, señorita Caso De Caridad, ¿viene al ensayo o no?
—Debo dejarte, Ol, la señorita Estella es casi un sargento.
—Buena suerte.
—Gracias.
Tuve la errada idea de que la señorita Estella proyectaría
en una maqueta la idea del baile, que ilustraría en una presentación ppt, o un video de YouTube, la coreografía, pero no, sin más dilación, procedió a
constituir las parejas (habían muchachitas pataleando porque las habían
separado de sus novios) y a demostrar los primeros pasos. Y me hizo ensayar con
el grupo, sola.
* * *
Espero les haya gustado. También pueden pedir una copia gratuita en formato pdf, dejando su correo en los comentarios.
Saludos
Hola! He leido recientemente un amor encantado y me enamoré...
ResponderEliminarPodrían pasarme el libro de quinceañera por favor gracias y saludos
taniaalvaradocampos@gmail.com