Mi autora predilecta, por sobre todos los
autores del universo, es Jane Austen. No hay ni habrá, jamás, otra escritora
como Jane, pero hoy en día, basándome en el estilo de literatura que me gusta
leer: romántica, hay una chica que
sabe dar justo en el estilo: Stephenie
Meyer.
Recientemente, y por recientemente me refiero
a ayer, terminé de leer la novela de Meyer, La
Huésped, una historia fascinante, que me tiene emocionadísima porque, en
primer lugar, no soy fanática de la literatura Sci-fi, y en segundo, no tenía expectativas fundadas sobre esta obra;
sin embargo me ha encantado, tanto, que en este momento no sabría definir si
Crepúsculo estaría todavía como favorita después de haber leído La Huésped…
bueno, quizá esté exagerando, sé que en cualquier momento podría regresar a
Crepúsculo, no sé si a La Huésped porque se desenvuelve en un ambiente hostil,
apocalíptico, pero de personajes tan complejos que la vuelve fascinante.
No he averiguado tanto en qué se inspiró
Stephenie Meyer para escribir La Huésped pero sé de memoria que ella cuenta que
su inspiración para escribir Crepúsculo fue un sueño que tuvo, pero qué es lo
que hace sus historias tan adictivas…: el amor.
A mi madre, Candy, que me enseñó que el amor es la mejor parte de todas las historias.
Dedicatoria
de la novela La Huésped
En Crepúsculo, Bella Swan, una chica introvertida,
se enamora apasionadamente de un personaje críptico (Edward Cullen),
básicamente irreal, en el que termina descubriendo a un vampiro en el cuerpo de
un adolescente. El libro fue tan importante dentro del género Young Adult que se convirtió en Best
Seller y generó tres libros más: New
Moon, Eclipse y Breaking Dawn. En
el transcurso de la serie, Bella, la heroína, se debate entre este intenso
afecto por Edward y uno más fraternal, por Jacob, un chico lobo. En La Huésped,
el triángulo amoroso aparece nuevamente como elemento básico del estilo de la
autora; esta vez un alma alienígena ocupa el cuerpo de una terrícola que se
resiste a ser presa dentro de su propio cuerpo. El cambio de las historias es
dramático, no hay conexión alguna entre éstas (Crepúsculo y La Huésped) excepto por el triángulo, Wanderer, el alma
alienígena, debe compartir el afecto del chico del que está enamorada Melanie,
la dueña del cuerpo, aunque otra tercera persona aparece en el retrato, Ian, el chico amable (personaje que, en dado caso,
recuerda un poco a Jacob, pero no existe otro paralelismo entre los personajes.
Estos son mejores, en mi opinión), que se enamora incondicionalmente, y sin
reservas de Wanderer, el alma.
Creo que Stephenie sabe lo que nos gusta leer
a las chicas, ella misma se ha confesado admiradora de Jane Austen y las
hermanas Brontë, por lo que, supongo, es conocedora de los deseos que generalmente
tenemos nosotras. A qué chica no le habría gustado, siquiera inconscientemente,
tener más de un admirador en el High School, tener dos chicos disputándose el
amor de una. Es lo que Meyer refleja, en estos mundos fantásticos de sus
novelas, heroínas valientes, resueltas y humanas y chicos valiosos, con
sentimientos puros y fraternales, capaces de dar sus vidas por la de la
protagonista. Ella sabe cómo hacerlo y lo logra.
Meyer, además, se involucra –y dicen que
demasiado–, en todo lo que está relacionado con sus proyectos.
Fue vigilante de
cada detalle, y produjo, las películas de Crepúsculo; se le ha visto
acompañando también a los chicos de la película The Host en los promocionales; y últimamente produjo la película Austenland, basada en el libro de
Shannon Hale. No sé hasta qué punto ha estado metida en la producción de la
película The Host, pero sí se percibe que ha estado bien interesada en el mundo
del cine. Quizá sea la nueva Nicholas Sparks, pero me gustaría que elaborara más
historias de estas fantásticas que tanto nos entretienen. No he leído la
Segunda Vida de Bree Tanner, quizá le una oportunidad.Tal vez te pueda interesar:
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